Opinión

Chapuzas alemanas

Con su creciente caída en grandes chapuzas Alemania debería perder ante el mundo, especialmente ahora en España, el halo de eficacia, seriedad, honradez y profesionalidad que ganó tras su derrota en la II Guerra Mundial, que ella provocó, como la I.
 La Alemania actual explica el chapucero auto que rechaza la euroorden de entrega de Carles Puigdemont a España dictado por el tribunal superior de Schleswig-Holstein, uno de sus 16 estados federados, con superficie similar a León o Huesca, y de 2,9 de los 83 millones de habitantes del país.
 Catedrática de Derecho Constitucional, la catalana Teresa Freixes encuentra enormes errores en el auto, entre ellos uno escandaloso: al Tribunal Supremo español que pide la deportación, le llama Supremo de Madrid, como si fuera un juzgado de esa Comunidad. Todo el auto es de ese nivel.
 Luego, Katarina Barley, ministra de Justicia desde el 14 de marzo como cuota socialdemócrata en la coalición con Angela Merkel, que mostró su simpatía por el separatismo catalán y vaticinó que no se concederá la extradición de Puigdemont por malversación. ¿División de poderes en Alemania?
 Aunque luego trató de disculparse, esa fue su expresión ante unos periodistas, lo que demostró un carácter insensato y desconocimiento de un país socio económico, político y militar con una democracia de igual nivel que la alemana, según baremos internacionales muy serios.
 Otras chapuzas: las estafas mundiales de Volkswagen y de innumerables empresas alemanas a los consumidores, o el caso de un futuro aeropuerto de Berlín, que debería haberse inaugurado en 2011 y lo hará –quizás—en 2020 con presupuesto cuadruplicado por corrupción, mala planificación e incompetencia, peor que cualquier caso conocido en España.
 Autocrítica con España, sí, pero menos admiración boba por Alemania, que cada día descubrimos como más chapucera.

Te puede interesar