Opinión

El califato y los españoles

En un vídeo propagandístico del Califato Islámico, con un montaje en el que la Torre Eiffel aparece derrumbándose, un terrorista se dirige a los franceses.  
 “Sabed que tenemos muchos candidatos a operaciones mártires, sabed que no es la última operación, no es nuestra última cita, salvo que hagáis presión sobre vuestro Gobierno como lo hizo el pueblo español hace varios años contra la guerra en Irak”.
 El tono del portavoz es tranquilo, seguro, y muestra el orgullo de quien logró acobardar a los españoles, antes famosos por su dignidad por su heroicidad durante muchos siglos.
 Aquellos valientes, desde Numancia, la Reconquista, y hasta la resistencia de Madrid a Franco, quedaron en cobardía por la aparatosa huida de Irak ordenada por Zapatero tras los atentados de los trenes Atocha en 11 de marzo de 2004, con sus 191 muertos.
 Los 1.300 militares españoles acuartelados en las provincias iraquíes de Al Qadisiya y An Nayaf, no habían participado en la guerra, ni en la invasión y derrocamiento de Sadam Hussein, sino que habían acudido después a una zona relativamente tranquila.
 Podrían haber abandonado el país dignamente, pero el escape fue tan precipitado que los soldados de la otra treintena de naciones que entró con ellos, como los polacos, les llamaban cobardes y cacareaban a su paso, moviendo los brazos como alas de gallinas.
 Además, los atentados de Madrid no eran represalia por Irak: se habían planificado en Karachi en 2001 como venganza por el desmantelamiento de una célula de Al Qaeda siete años antes en España, como afirma el mayor experto español en islamismo, el catedrático Fernando Reinares.
 El gobierno francés no se amilana por los muertos parisinos. Responde con mayor fuerza, mientras en España muchos ciudadanos siguen sintiendo vergüenza.

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