Opinión

Albert Rivera, presidente

Solucionar la agresión a España del separatismo catalán podría ser sencilla: lograr que Albert Rivera, líder de Ciudadanos, presida el próximo gobierno español.
 El secesionismo catalán es producto de un falso complejo de superioridad inoculado por los nacionalistas a la mitad de sus conciudadanos, aunque en realidad es un complejo de inferioridad provocado por su incumplido deseo de ser el principal protagonista de España.  Es ese “España no nos quiere” pese a que somos más inteligentes y emprendedores que los castellanos de “la caverna” de Madrid.
 Observan que no ha habido jefes de gobierno catalanes desde el General Juan Prim y Prats, asesinado en 1870, y los dos primeros de la fugaz I República, Francisco Pi y Margall y Estanislao Figueras y Moragas, entre 1873 y 1974, liberales y progresistas.
 Deseaban una España federal que degeneró en cantonalismos y miniguerras por celos pueblerinos.
 Eran tiempos de clericalismo, de la reaccionaria España carlista enquistada entre vascos, navarros, catalanes y gallegos frente al liberalismo “anticatólico y antiespañol”: el nacionalismo nace de ese carlismo españolista.  Los políticos catalanes se encerraron en su territorio. Evitaron regir España. Sólo enviaban algún ministro para lograr cupos y monopolios para sus fábricas y comerciantes, y prohibir las mejores y más baratas importaciones extranjeras.
 Ahora hay una gran población nacionalista catalana irritada porque no hay cupos, porque deben competir con otras regiones, ceder impuestos, mientras gobiernan España gentes de otras regiones “más pobres e ignorantes”.
 Pues, gobiernen ustedes, catalanes. Es tiempo de que un catalán dirija España. De que haya catalanes que, al ostentar el máximo poder, acaben con el complejo de superioridad, en realidad de inferioridad, inoculado desde las escuelas y medios informativos.  
Aquí está Albert Rivera. Que los catalanes se enorgullezcan proyectándose en su éxito y poder

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