Opinión

Suicidio a lo bonzo

Pues, dilecta leyente, aquí, desde el punto de vista político, vamos al suicidio colectivo de no encontrar una solución que, de no satisfacer a todas las partes, al menos les permita salvar la honrilla. Siempre pensé que al final se llegaría a una fórmula al estilo de Adolfo Suarez- Leopoldo Calvo Sotelo, para que en vez de embestidura, hubiera investidura. El primero dimitió como Presidente del Gobierno, ante el acoso de los poderes fácticos y las intrigas en su  propio partido, propuso un candidato y éste, Leopoldo, se sometió al debate correspondiente; que también tuvo su aquél, con la intervención de un figurante con tricornio.
Se trataría de que PP y Ciudadanos llegaran a un acuerdo por el que éste votaría a favor de Rajoy, siempre que Mariano se comprometiera a dimitir, digamos que en el plazo de 2 años, en que el partido propondría un candidato limpio de polvo y paja (no me atrevo a decir sin mácula) al que Rivera no pudiera tachar de corrupto y, de esa forma, incluso se planteara participar en ese nuevo Gobierno. 
De momento, no sería posible cambiar a Rajoy, pues es el propuesto por el Rey, pero nada impide que una vez investido haga mutis por el foro. Esta u otra fórmula parecida le permitiría al conjunto naranjito cambiar de opinión justificadamente y alentaría el sentimiento de que es un partido autónomo y necesario en la esfera pública, evitando así  continuar desangrándose. Para ello, Mariano tendría que admitir ciertos cambios en su programa, sin que, lógicamente, lo vaciaran de contenido.
Una vez solucionado el contencioso con Ciudadanos, habría que convencer a Sánchez para que se abstuviera. No pida más, dilecta. Una gran coalición tripartita sería cederle todo el terreno de la izquierda a Podemos. Vamos que sería pedirle al PSOE que se hiciera el harakiri, y tampoco es eso. Pedro podría argüir ante los suyos que habría conseguido meter parte de su programa a través de Rivera, que para eso negociaron antes en su fallido intento de legislatura y además se habría cargado a Rajoy.
Sin embargo parece que las cosas no van por ahí. Albert presentó a Mariano seis condiciones para un acuerdo prenupcial que, de aceparlas, nos llevarán a un enlace, bien por lo religioso o por lo criminal, que más bien parece. En cualquier caso, habrá que ver cómo se comportan los demás invitados a la boda, si es que asisten.
¿Pero, quién soy yo para meterme en este jardín tan lleno de plantas carnívoras?, cuando  lo que quería comentar es otro tipo de inmolación, el suicidio a lo bonzo de esa veinteañera marroquí por una cuestión de honor vaginal, que consideró mancillado y no reparado. Vamos, lo que antes se llamaba delito contra la honestidad y que hoy se titula contra la libertad sexual, donde no cuenta la cualidad moral de la mujer (o el hombre) sino que no haya dado al menos su “nihil obstat” al acceso carnal. Lo sorprendente es el medio elegido para matarse, impropio de las de su sexo, que hasta en los momentos más trágicos velan por aparecer como un cadáver de buena presencia. Lo que demuestra el grado de su desesperación, que llegó a anular su intrínseca coquetería.
Como ya comienza a ser costumbre, los violadores, en libertad,  grabaron la escena con un teléfono móvil, dejando constancia de su degradación moral. Un hecho miserable que servirá como prueba a la acusación al objeto de que pasen una buena temporada en el talego. Como dijo Edmund Burke: “Las malas leyes son la peor especie de tiranía”, y Quevedo ya advirtió: “Menos mal hacen los delincuentes que un mal juez”.
 

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