Opinión

Playa América y su gastronomía

Pues, dilecta leyente, si el ínclito Sánchez se permite coger un Falcon de las Fuerzas Armadas para correrse una juega en un festival musical, que luego su aturdida Carmen Calvo tiene que intentar justificar como que formaba parte de una improvisada “agenda cultural”, este menda se puede desplazar a Playa América, eso sí en el ATSA, para cumplimentar su “agenda gastronómica”.
Y así aterricé en el restaurante de “Rodrí”, que aún conserva el nombre de su anterior titular, pero que todos hemos conocido como el Capricho de Rodri, que era el nombre original, del cual se tuvo que volver a hacer  cargo para satisfacción de todos los amantes de la buena mesa, dada su experiencia como Chef, curtido en los fogones de Barcelona, donde supo maridar la cultura gastronómica gallega y catalana. Su variado producto es de total confianza, cocinado con espero, especialmente sus carnes. Allí, tuve la oportunidad de devorar un costillar de cochinillo, con su guarnición, ensalada y regado todo ello con un vino Rioja, recomendado por el flamante cocinero. Y, lo mejor, todo ello a precio de menú obrero. Pero, además, “Rodri” es un buen pintor y a lo mejor cualquier día se le ocurre adornar el restaurante con sus cuadros.
Al final de la tarde, me fui a la tapería de Marina, a cuyo cargo está su propietaria, que tiene un selecto surtido de tapas, sobre todo para los que nos gusta picotear. Allí me ofrecieron de todo, pero me encantaron sus zamburiñas a la plancha, que me dieron para una sabrosa cena. Aparte, Marina tiene conocimientos del tema eléctrico, y te pueda solucionar cualquier apagón.
A la mañana siguiente desayuné en La Vela, un completo por 3,50 que llevaba incluido, por deferencia de la casa, fruta y pastelito de pudín, que me mantuvo alimentado hasta la hora de comer. También es “music bar” y si tienes suerte puedes disfrutar de un concierto Su decoración proporciona un relajado ambiente íntimo y personal. Es el preferido de la gente con espíritu jovial.
Después de dar un largo paseo por la playa, entre cuerpos esculturales de señoras y orondas panzas de caballeros, intercambiando corteses saludos, me senté en uno de los chiringuitos próximos a la playa, denominado “Brisa”, y me tomé una clarita de cerveza con limón, mientras los tiburones me hacían las uñas de los pies.
Me fui a yantar al Concordia, que tiene caza en el invierno y excelente marisco en el verano, junto con churrasco y sardinas. Probé su paella, bien acompañado, y salimos satisfechos; y eso pudiendo elegir entre comer bajo la carpa o la sombrilla. Además tiene aparcamiento propio y está pegado al parque infantil, tiene su propio hinchable y un microondas disponible para calentar los potitos Todo ello, pensando en los críos.
En la cafetería Playa América, tienen a una disputada cocinera, que ya debutó con éxito en otras cafeterías, por lo que la calidad está asegurada. Su hija Cristina, la encargada, ya demostró su valía en otros locales. También trabaja como camarero su esposo. En su terraza saboreé el típico pulpo, tipo feria. Tiene también la ventaja de que está pegada al parque infantil.
En la Cafetería Xuntos está Jorge, un experto en márquetin, con un curioso sistema, eso sí, no vigente en el verano, que consiste en llevar una tarjeta en la que se apunta cada comida y, a la duodécima, el menú resulta gratis. Un método genial de fidelizar al cliente; pero no debe obviarse su especialidad en cocina italiana. Y esa sí que está vigente todo el año.
El Restaurante Arealoura, que también es cafetería y heladería, situado en la misma playa, se distingue por su glamur. Allí reina Miguel, chef de los de uniforme, bajo la discreta mirada de Merchi, su esposa. Allí, entre una diversidad de tapas, tomé de entremés una ración de su variada, exquisita y artesana empanada, y de comida un arroz con Bogavante para chuparse los “bastes”, elegí en su Carta de helados una copa que lleva el nombre del establecimiento y hasta tuve la suerte de que me hicieran un soufflé.
El Restaurante Angelito Senior: Un clásico, lleno de historia. Allí, elegí para la cena, entre sus variados pescados, un besugo al horno, que degusté con agradable dama, sentados en el patio interior, con frondoso árbol en el centro, decorado, al menos a mi se me antoja, como un patio andaluz, y bajo la luz de las estrellas. Todo rodeado de un halo de romanticismo, que invita a la paz interior y al enamoramiento, según el estado de las hormonas,  porque allí Cupido tiene su templo. Lo malo para los sibaritas, es que solo abre unos meses de verano. 
En la La Galería, sigue “Sole” en la cocina, lo que es una garantía de buen hacer. En su solicitada terraza, rodeada de plantas, puedes saborear una variedad de platos con originales nombres. Yo me decanté por unas anguilas que no encontré en ningún otro sitio, y a fe que me fui satisfecho, tras agradecer a la cocinera su esmerado trabajo. También aquí abren solo en verano, lo que nos priva de disfrutar todo el año de su calidad gastronómica.
La Jamonería Serrano: Otro clásico, pero éste abre todo el año, regentado por un grupo de solícitos cuarentones con vocación culinaria. Lo típico es, como su nombre indica, el jamón, pero de la mejor calidad, junto con una excelente tabla de quesos, y hasta te ponen tapas relacionada con el “cochino”, como unas orejas de cerdo que inmisericorde me zampé. Tiene los mejores caldos y el ambiente es cordial. Ideal para una cena frugal y en buena compañía.

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