Opinión

El oniómano Antonio

Pues, dilecta leyente, la considero informada de ese “sucedido” en el Ayuntamiento de Lora del Río, que viene a sumarse a los casos de corrupción político-funcionarial que tiene como objetivo vaciar las arcas de la Administración, en este caso de un pequeño pueblo andaluz.
El “prota” del desaguisado se llama Antonio y era un auxiliar administrativo que, como el 80% de sus compañeros, había entrado por enchufe en el Consistorio, y al que habían puesto al cargo del pago de las nóminas de los empleados de la Corporación Municipal, aprovechándose de ello para llevarse un millón de euros en el tiempo en que permaneció en el empleo.
Bueno, el andoba gastaba más que el sultán de Brunei, en todo tipo de compras, sin cortarse un pelo, y a pesar de lo afanado era más moroso que Dani Alves, hasta que un director de Banco dio la voz de alarma. Entonces se descubrió que el “waltrapas” se ingresaba además de su sueldo real de 1.600 euros brutos, el de otras nóminas falsas que confeccionaba de trabajadores inexistentes.
El hecho hubiera sido un caso más de la picaresca hispana, pero la defensa del andoba se basó en que Antonio era oniómano, que viene a ser como el síndrome de Diógenes pero en vez de carretar basura lo hacía con objetos de valor,  a los que a la mayoría no le sacaba utilidad, sino que los guardaba en su parcela del campo. Se ve que ya no le cabían en la casa nueva que se había comprado, porque tampoco es que no disfrutara de lo malversado, pues no se privaba de sus buenos y costosos viajes y en ser miembro de las sociedades recreativas más prestigiosas, incluso llegó a ser presidente del club de fútbol del pueblo. El caso es que el Tribunal Supremo le reconoció la afición consumidora como una atenuante, pues tanto su psicólogo como el forense emitieron sendos informes sobre su impulsividad para hacer compras sin una necesidad real, que es lo que viene a constituir la oniomanía.
Pues si a ello le unimos la ludopatía y la cleptomanía, como enfermedades mentales, según la Organización Mundial de la salud, ya tenemos los abogados y criminólogos las bases para tratar de justificar ciertos comportamientos delictivos contra los bienes públicos o privados. Así, cuando se trate de sustracciones, hurtos en su mayoría en tiendas, de forma compulsiva, sin tener necesidad de ello, estaremos ante un cleptómano/a (en general las autoras suelen ser mujeres). Cuando las sustracciones se deban a su inclinación patológica a los juegos de azar, estaremos ante un ludópata, y si la sustracción es por agobio económico, entonces le aplicamos la justificación de “Estado de Necesidad”.
 

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