Opinión

Nos roban

No es, dilecta leyente, que me haya afiliado a Podemos (tampoco estoy seguro que me hubieran admitido) y soy consciente del uso populachero de la expresión “Nos roban”, totalmente falto de rigor jurídico. A lo que quiero referirme es a que, hasta hace poco, uno tenía confianza en determinados servicios, hasta el punto de no revisar las facturas, en la seguridad de que los únicos golfos eran aquellos profesionales de los clásicos timos de la estampita, el tocomocho y el trile. Hoy hay que repasarlo todo, salvo ponerse en disposición de convertirse en un “pringao” más.
Pongamos que hablamos de la Banca. Usted se deja cautivar por los cantos de sirena sobre bajo interés, facilidades de pago…, pide un préstamo y, en caso de que lo consiga (ya sabe lo que decía Groucho Marx: “Un banco es un lugar que te presta dinero siempre que demuestres que no lo necesitas”), se encuentra con que le han incluido una serie de prestaciones de las que no habían hablado y que usted aceptaba firmando los papeles que le presentaban mientras el bancario le entretenía con diversas historias. Al final se ve sorprendido con que la cuota mensual se le ha duplicado. ¡Ni contrato de adhesión ni leches: o timo o publicidad fraudulenta!
Claro que si acude a otras financieras fuera del ámbito tradicional, la cuestión es más sangrienta, pues es muy posible que se le queden con la vivienda por una pequeña deuda, pero de interés usurario y que ingenuamente afianzó, Aquí ya no se trata de timadores, sino de tiburones financieros, cuyos parientes en la mar suelen ser codiciadas piezas para adiestrados arponeros.
Si hablamos de empresas suministradoras de servicios, se puede encontrar con que le hayan estado cobrando de más y cuando se da cuenta de la rapiña reclama, y entonces se ríen en su cara diciéndole que hay que “amolarse” por haber confiado en que trataba con una empresa seria y que ahora el derecho a la devolución ha prescrito. Eso es lo que le ha ocurrido a un cliente mío con Gas Natural Fenosa. 
Ahora se ha pasado a Iberdrola y se encuentra con que le cobran por factura estimada, siempre al alza. Reclama y le dicen que le devuelven la guita,  pero al cabo de un mes, como mínimo. Y así una y otra vez. Y uno se pregunta cómo se hace la estimación cuando se les está corrigiendo el continuo yerro. Y con qué derecho retienen la guita que no les pertenece y los intereses que les genera, incurriendo cuanto menos en “enriquecimiento injusto”. 
A este respecto es de justicia romper una lanza a favor de esta última empresa, pues cuando otro de mis sufridos clientes, que también había abandonado Gas Natural, quiso, a través de un diligente agente comercial independiente, pasarse con todo su equipaje, de la citada empresa le llamaron para advertirle que el recibo de la luz le iba a salir más caro, entre otras razones porque en la anterior empresa le habían ajustado más y mejor el mismo, incluido el bono social. Algo inaudito y que de alguna manera compensa lo otro, recordándote la película “Los delincuentes somos gente honrada”.
De las compañías de móviles y seguros de coche, parodiando al dúo  Tip y Coll, “hablaremos la próxima semana”. Y qué decir de internet, el nuevo campo de la delincuencia cibernética…
A veces un pudiente cliente satisfecho te regala una caja de percebes, o un dilecto/a leyente te manda un e-mail felicitándote o un/a ex alumno/a agradecido te para por la calle para contarte donde está trabajando. Y ello te reconcilia con un mundo despersonalizado y las más de las veces generador de ingratitud.  
En cualquier caso, como cantaba el ínclito Juan Luis Guerra: “Es muy duro cruzar el Niágara en bicicleta…”

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