Opinión

Muñecas protectoras

Pues, dilecta leyente, hay muchos tipos de muñecas y son muchos los usos que se hacen de ellas. La que alcanzó más popularidad fue la barbie, que ha sufrido distintas trasformaciones para hacerla más atractiva. Ahora, de acuerdo con los nuevos tiempos, la han vulgarizado y ya hay barbies de todas las medidas, pero no me empuje a meterme de hoz y coz en un jardín que tiene más espinas que flores, pues alguien podría alegar, si no lo ha hecho ya, que la barbie original incitaba a la anorexia.  
A mí me viene a la memoria la película “Adiós muñeca”, protagonizada por Robert Mitchum, haciendo de detective privado. Lo de “muñeca” era una referencia a la novia del cliente grandullón, algo tonto, que lo traicionaba sin que el julay llegase a enterarse de lo que estaba ocurriendo, ni cuando aquélla le pega un tiro mortal.
Sí,  dilecta, el término “muñeca” era bastante habitual utilizarlo para referirse de forma cariñosa a nuestra “bolly” de carne y hueso, pero hoy quizá se entienda como algo machista, en vista de la deriva que están tomando las cosas.
Pero aquí quería referirme a la muñeca como juguete, y no sólo con carácter inocente, sino sexual, pero los narcos han encontrado además otro uso y encima bendecido. El culmen de la sofisticación orgiástica debe ser cuando la muñeca hinchable está rellena de coca. Por ello, habrá que tener cuidado con esas muñecas importadas de Tailandia, que ingenuamente regalamos a nuestras hijas (no me venga con la vena feminista), pues podemos sorprendernos viendo a la chica convertida en la “niña del exorcista”.
Permítame que me explique: Pues en un país llamado Tailandia vivía una médium que decía comunicarse con una deidad hindú y decidió crear unas muñecas con supuestos poderes sobrenaturales, para proteger del mal a sus ingenuos compatriotas, consiguiendo, al parecer, meter en el ritual a algunos monjes para que consagraran a las “look thep”, resultando que la idea se puso de moda. Hasta tal punto llegó el fervor, que algunos ciudadanos incluso viajaban en avión con su “amuleto”, pagando billete por la muñeca como si se tratase de un pasajero más. Lo malo fue que la Autoridad de Aviación Civil tailandesa prohibió la venta de billetes para estas “muñecas protectoras”, pues al parecer habían caído bajo el protectorado de los narcos, que les daban una utilidad más alucinante. Claro que la dificultad para detectar la farlopa hubiera sido mayor si se tratase de la mamushkas rusas, ya sabe, unas dentro de otras, que también tienen un origen religioso.
Para evitar problemas hay que volver a lo tradicional: Las estampitas, que no pagan peaje, al menos hasta que Podemos decida otra cosa.
 

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