Opinión

Malandrines sin convicción

Pues sí, dilecta leyente, aunque se contentase con llevarse cinco euros, el valtrapa cometió un robo con intimidación que tiene una pena que puede costarle 5 años en la trena. Y es que, contra lo que algunos creen, la distinción entre el hurto y el robo no está en la cantidad sino en la “calidad”, o sea, en el medio empleado; que en el hurto consiste fundamentalmente en aprovechar el descuido del julay (el prototipo de autor es el carterista) y que hasta ahora hacía una distinción entre la falta y el delito, cometiéndose éste cuando el valor de lo afanado superaba los 400 euros, mientras que el robo es siempre delito.
El nuevo Código Penal elimina las faltas. Unas pasan a ser infracciones administrativas y otras, como en el hurto, pasan a constituir “Delitos leves”, que salvo excepciones se sancionan con multa, pero en la modalidad de días/multa, que conlleva subsidiariamente talego. 
Sobre lo primero, hay disparidad de criterios. Unos consideran que faltas, como “perturbar levemente el orden…”, no debieron estar nunca en el Código y que lo que hacen es congestionar los juzgados, contribuyendo a retrasar otros procesos más graves. Otros critican que con ello se pierden garantías, pues por la vía administrativa, dado que la palabra del agente goza de la presunción de veracidad, no se gana un recurso; por lo que o bien desistes de continuar defendiendo tus derechos o terminas en el contencioso, o sea que vuelves a lo jurídico, pero más hastiado. 
Mire, lo cierto es que para subsanar esa especie de impunidad de los “descuideros habituales”, saliendo en la tele faenando en el metro o tanteando a los turistas en los alrededores de cualquier monumento histórico, ya se había establecido que la comisión de tres faltas en un año podría ser delito; ahora ya es “delito leve” a la primera actuación, aunque sólo consiga un chavo, quedándole antecedente, con las consecuencias inherentes. Aunque habrá quien critique que, con la multa al bandarra, sólo se conseguirá, como en el caso de la prostitución,  que el “investigado” o “encausado” tenga que “trabajar” más para pagar la guita y evitar terminar en el paro chironario.
En fin, dilecta, sobre el caso al que me refería al principio, no cabe duda que se trata de un malandrín sin vocación delincuencial, consecuencia tal vez de la crisis económica que conlleva a la falta de profesionalidad y así pasa lo que pasa, como aquél que para entrar en el selecto club rateril, con los derechos de hostelería adyacentes, acordó cometer un atraco a Banco con “pusca” simulada incluida, pero se olvidó de pedir la pasta, con lo que donde ingresó fue en la ONG de “Pringaos sin fronteras”. 

Te puede interesar