Opinión

La dicha que tiene el gallo

Pues, lo habitual, es que el andoba que se va a quejar al vecino de las molestias que le causa, termine apaleado. Lo insólito es que, además, resulte condenado judicialmente.


Ocurrió, dilecta leyente, en Baltar, el motivo era un gallo muy fuerte, muy hermoso y muy viril, el que ponía orden en el gallinero y al que admiraban todas las gallinas, al que sus dueños podrían haberle puesto por nombre Caruso que, al parecer, no dejaba dormir al vecino. 


Desde luego no se puede evitar que el gallo cante al alborear el día, salvo que lo operen como hacen brutalmente con algunos perros para que no ladren. La cuestión estaría en determinar si el gallinero cumple con la normativa legal, tanto estatal como municipal, teniendo en cuenta que las disposiciones municipales sobre ruidos y el tema de los decibelios se refieren a los horarios nocturnos, no diurnos, y que además ello nos ayuda a cumplir con el horario europeo en el que estamos inmersos. Si todo estaba legal, sólo le faltaba denunciar porque le molestase el canto de los pájaros, el canto del grillo, el canto de la cigarra, la voz burlona del cuco allá en el atardecer, y al amanecer escuchar la melodía del mirlo y el rebuzno del borriquillo cuando regresa cargado de hierba fresca y olorosa.


Claro que los sábados y domingos resulta un tanto molesto, como a los jubilados y los que tengan trabajo de noche. Pero, sobre todo, a los vagos, maleantes y especies sin catalogar a los que también les molesta el tañido de las campanas. 


Bueno, el caso es que entre el matrimonio dueño del gallo y el vecino protestón hubo bulla y en el juicio salió que el protestón ya había amenazado previamente a los del gallo. Por lo que su señoría repartió estopa para todos: 6 meses de talego para cada uno de los intervinientes. A los del gallo por causar lesiones, y al vecino, que pedía silenciar al animal, por amenazas, así como al pago entre todos de las costas derivadas del proceso judicial.  El gallo resultó absuelto, a pesar de ser el culpable del desaguisado.


Y a alguno le daría por cantar: “Quién pudiera tener la dicha que tiene el gallo…” Claro que si es raza claret, hatch pata verde, kelso o shamo corre el riesgo de ser utilizado por desaprensivos en organizadas peleas. Y si es de color rojo, en algunos lugares puede ser signo de mala suerte, mientras que en Portugal se le atribuyen poderes al ya famoso Gallo de Barcelos.


Si hubieran acudido a un abogado para solucionar extrajudicialmente el problema, el gallo hubiera terminado en el puchero del letrado y asunto concluido.
 

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