Opinión

Se la han "Colau"

Pues, dilecta leyente, disculpe que utilice esa chanza tan sobada pero es que realmente parece que a los barceloneses se la han “Colau” con ese mojón de alcaldesa grotesca a la que alguno le ha querido cantar esa de “Desde Santurce a Bilbao vengo por toda la orilla / …/   voy gritando por las calles: ¡Quién compra sardinas frescué…!”, pero a la que ningún ilustrado hubiese tratado de “jamona amorfa con culo de mona y ubres de vaca suiza” pues aunque pudiese ser algo descriptivo, parecería una afrenta personal en vez de una crítica política; eso queda para la gente tosca y arrabalera que la rodea; y es que algunos catalanes parecen haber perdido ese seny que les caracterizaba y les hizo mundialmente famosos.
Se equivocó Azúa al compararla con una pescadera, que es una profesión que se caracteriza por la laboriosidad, honestidad y simpatía, algo completamente distinto de aquella zafia, reina del insulto y la provocación, por cuya boca solo destila polonio 210 que tal vez se creyó que tenía el monopolio del improperio. Eso sí, como la babosa dromedario goza de un mimetismo que la hace prácticamente ilocalizable en su medio natural y, como experta en la falacia, supo retorcer la ofensa y volverla como un boomerang contra el lanzador, yendo a visitar el mercado y sacarse fotos con aquellas a las que tan injustamente la habían comparado. Si la hubiese comparado con una “choni poligonera” a lo mejor se hubiera fotografiado con Carmen de Mairena.
La tal Colau  dudo que sirviera para “pescadera”, pues este noble oficio obliga a madrugar, a remangarse y pringarse las manos con las escamas y el hielo, a ofrecer un producto fresco, ser leal con la clientela, conocer los distintos tipos de peces, su origen y calidad y a hacer bien las cuentas. Ella que no fue capaz de terminar sus estudios y su único oficio conocido es ser una activista, vamos, una experta en armar bulla, pero cuando se trata de construir en vez de derribar la cosa cambia. Es como poner a un pirómano de bombero, no porque no sepa usar la manguera, sino porque provocaría más incendios de los que le diera tiempo a sofocar.
En virtud del principio de igualdad, que con tanto ahínco defiende, tiene que aceptar que donde las dan las toman y si ella propone a Azúa como símbolo de machismo y clasismo a constar en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua de la que forma parte, por la misma razón  se la puede incluir a ella dentro del término “sapoconcho político” como alcaldesa que no sabe llevar una ciudad ni le importa y su principal dedicación es la de cambiar los nombres de las calles.
Por cierto, la acusación de “machismo” es el escudo de las horteras que llegan a determinados puestos sin la cualificación adecuada (muchas veces, por un mal entendimiento de la paridad, que convierten en una “parida”), cuando se las critica. Lo del “clasismo”, es quizá una ofuscación de una andoba que parece tener entre sus prioridades acabar con la clase media. De momento se dedica a menospreciar al ejército y a la iglesia, dos de los pilares de nuestra sociedad.
Emulando a Cicerón: “Quousque tándem abutere, Catilina, patientia nostra”.
 

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