Opinión

La felicidad ¿derecho u obligación?

Pues, dilecta leyente, sobre el tema que propone, le adelanto que no voy a hablar del coeficiente de Gini, ni de las curvas de Lorenz, ni del índice de Atkinson, ni del de Dalton, ni tampoco del de Theil, pues fuera de que se trata de distintas medidas para estudiar las desigualdades de ingresos, de distribución de la renta y del desarrollo humano, no tengo ni puñetera idea. Por eso, no espere que haga una tesis sobre la cuestión, ya que tendría que recurrir al plagio, aunque éste sea un deporte nacional. Sólo en países como Alemania está tan mal visto, que ha llevado a dimitir a varios ministros. 
Discúlpeme, por tanto, que no incurra en la temeridad de profundizar sobre  la evolución en la forma de afrontar los problemas sociales, donde progresivamente se ha ido produciendo el cambio, desde un carácter puntual y graciable hasta llegar al Sistema de Seguridad Social, ya como un derecho, continuista y aplicable a todos los ciudadanos
En cualquier caso, así fue como el sistema capitalista, dejando atrás otros sistemas de ayuda, como el que se basaba exclusivamente en la Familia y las Relaciones De Buena Vecindad, el Feudalismo, la Iglesia, los Gremios, la Beneficencia Púbica de los Ayuntamientos, las burguesas Asociaciones Filantrópicas, etc., se ha ido adaptando a los postulados de la izquierda: Socialismo (“A cada uno según su aporte. Cada trabajador recibe salario y beneficios de acuerdo con la cantidad y valor del trabajo que él ha aportado), así se ha promovido la productividad mediante incentivos .Y Comunismo (“A cada cual según sus necesidades”), lo que se podría traducir por una Ley de Dependencia a gran escala.
Del Estado de Bienestar Social, algunos visionarios han dado un paso más, creando el viceministerio de la Suprema Felicidad Social del Pueblo, con lo que ser “supremamente” feliz es obligatorio en Venezuela. Es dudoso que Maduro haya leído algo en su vida, si no habría que pensar que ha quedado abducido por el libro ”Un mundo feliz”. Un mundo homogéneo y uniforme, conseguido tras privar al individuo de su libertad y encerrarlo en la prisión de su propia mente, donde aparentemente al ciudadano le son cubiertas las necesidades materiales, sin comprender que viven bajo un sistema totalitario que decide por ellos y determina la forma de vida que van a llevar dependiendo de la “casta” en que  hayan decidido encuadrarlo. 
Donde, debido al acondicionamiento doctrinal alienante sobre los ciudadanos desde su programada gestación prenatal, nadie se cuestiona nada porque no hay nada que cuestionarse; al fin y al cabo ¿no son todos felices?
 En fin, para mí, dilecta leyente, la “felicidad” sería conseguir la gratuidad de todos los servicios odontológicos.

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