Opinión

Una excelsa demostración de amor

Pues sí, dilecta leyente, existen muchas formas de demostrarle el amor a la adversa (como se diría en Derecho Procesal). Tenemos el ramo de flores o la caja de bombones, pero eso está demodé, y un perfume puede resultar ofensivo. Regalarle un collar de perlas o un anillo con diamantes es una extravagancia, máxime si se compra con dinero del peculio familiar, que además carece de mérito alguno. Luego está el pedirle la mano de rodillas en un lugar público, pero eso es una cursilería que ha quedado para uso de comediantes o exhibicionistas, pues la época de aquellos caballeros andantes ya ha pasado.
Otro clásico es el grabar un corazón atravesado por una flecha en un troco con los nombres de los amantes. Pero eso atenta contra la ecología, pues “desangra” los árboles. Otros, más gamberros, se dedican a hacer pintadas en las paredes y muros, con idéntico mensaje, pero eso degrada el medio ambiente y es desagradable a la vista. Recientemente se puso de moda, entre algunos jóvenes, anunciar en lugares bien visibles la boda de tal y cual, mediante grandes carteles, pero eso es una horterada. Luego está el regalarle ropa interior sugestiva, pero eso más que para ella es un regalo a la vista para él. Ahora la moda que viene del extranjero es colocar candados en los puentes y luego tirar la llave al mar, como señal de que su amor, representado por el candado, queda para siempre guardado, que es una forma poética de declararse; lo que no es óbice para que cada vez se hagan más capitulaciones matrimoniales con separación de bienes, y es que como se dice por aquí: “Amiguiños sí, pero a vaquiña polo que vale”.
Por estas tierras y en plan bucólico, como somos más discretos, se lleva el enlazar las ramas de laurel de cualquier monte, de forma que sólo los protagonistas y sus allegados conocen su significado, y la pareja visita el lugar, convertido en santuario de su amor, para ver si siguen unidas. Algo que debe venir de los romanos que entregaban coronas de laurel en señal de amor y fecundidad; en plan más melancólico, sería símbolo de amor y muerte, como escribía García Lorca con su agridulce prosa. También se puede regalar un “relator”, pero eso además de ser poco romántico, puede traer nefastas consecuencias, sino que se lo pregunten a nuestro Pedrito.
Pero, desengáñese, amor, verdadero amor, el que demostró la yemení, Taghrid, a su talludo y sin embargo sexualmente activo marido: una nueva esposa de 20 años “en agradecimiento por los diecisiete años de convivencia”. Y es que no hay amor más excelso que el que subordina su propio bienestar a la felicidad del ser amado.
Claro que ya sé, dilecta, que usted no estará de acuerdo conmigo, y créame que la entiendo.

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