Opinión

El enemigo en casa

Pues, dilecta leyente, ya lo dijo Pitágoras: “Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres”; y la mejor educación, creo que estará conmigo, es la que se predica con el ejemplo, pues, lo jóvenes, si hay algo que detestan, es la hipocresía de los mayores.
Pero educar implica corregir. Permítame entonces la pedantería de la expresión que, aunque no es mía, la he utilizado en algún foro supuestamente intelectual: “Educar significa templar el alma para las dificultades de la vida”. Desahogada ya mi vanidad filosófico/literaria, vayamos al grano, como diría el dermatólogo.
Se ha escrito mucho y se seguirá escribiendo sobre la educación de los hijos, siempre quejándonos de que los jóvenes son rebeldes y poco respetuosos; y así será generación tras generación. Sólo que en cada época las circunstancias familiares, sociales y políticas son distintas y lo que hace un par de telediarios era tenido como gravemente afrentoso, hoy nos parece totalmente inocuo. 
Pero ya que ha salido el tema de la televisión, deberíamos considerar la influencia de la misma, los videojuegos, las redes sociales, los iPad, wasap, etc., con lo que significa de mimetismo sobre chicos en fase de consolidación como adultos; y es que desgraciadamente, no hemos incorporado una ética que acompañe al desarrollo tecnológico y le ponga límites.
Estamos ante las nuevas tecnologías que han venido a revolucionar el entramado cultural, sustituyendo en gran parte a los tradicionales agentes encargados de la educación, y que nos han cogido en pañales, resultando que cualquier chavea, con media neurona, maneja estos aparatos, con lo que significa de acceso a contenidos de toda índole, sin que podamos seguirlos en su “trip”. Lo que contribuye al distanciamiento generacional.
Debemos recordar que cada época vivió sus avances tecnológicos y culturales, con su incidencia en los cambios de mentalidad. Por ello, tal vez no habría que ser tan pesimistas y dar un paso al frente para combatir con ardor guerrero a estos “infernales inventos” hasta dominarlos, como hemos hecho con la naturaleza y cuanto elemento adverso osó impedirnos “progresar”. No olvidemos que quien tiene la información tiene el poder, y el que no maneje estas máquinas será considerado analfabeto.
Conscientes de todo esto, los padres se encuentran ante un confuso “trilema”. De una parte, no les puedes “dar la brasa que se rayan” y te pueden mandar al talego. De otra, te sientes en inferioridad ante unos jóvenes tan avanzados tecnológicamente. Y, por último, no siempre hay unanimidad entre los progenitores, cuya falta de firmeza debilita su autoridad.  
Ya en 1.910 se quejaba Paul Valéry: “El problema de nuestro tiempo es que el futuro ya no es lo que era”.

Te puede interesar