Opinión

Distinta vara de medir

Pues, tiene razón, dilecta leyente, una izquierda “montaraz y cavernícola” se fue incrustando en todas las esferas sociales, arrinconando a los que pensaban diferente, convirtiendo la universidad en su feudo. Por otra parte, han secuestrado el marchamo de demócratas e intelectuales que sólo pueden expedir ellos. 
Y, sin embargo, cualquier verificación de su actitud con la de cualquier otra “bandería”, incluida la, supuestamente, más opuesta, no resiste la menor comparación. Pongamos el caso de Anne-Sophie Leclère, del llamado partido ultraderechista francés, que tuvo que dejar su cargo por un desafortunado comentario en el que comparaba a la ministra de raza negra con un mono, lo cual, aunque trató de justificar como una broma, no dejaba de ser de mal gusto. A pesar de la rectificación, su propio partido la expulsó inmediatamente.
Veamos el caso en la versión socialista. ¿Qué hizo el partido cuando la ex ministra Malena Álvarez (ahora con un pie en el talego por trincona) dijo que quería ver a Esperanza Aguirre colgada de la catenaria, o cuando el ínclito Guerra llamó “mariposón” a Rajoy, demostrando que además de friki es  homófobo?
En mi experiencia como profesor universitario le contaré dos anécdotas, que considero bastante esclarecedoras. En una ocasión, entrando en la Facultad, al pasar a la altura de la cafetería del Centro, unas jóvenes, que se encontraban en una mesa con un grupo de compañeros y compañeras, se levantaron, dirigiéndose a mí para entregarme un preservativo (se ve que estaban en algún tipo de campaña reivindicativa y provocadora). Superada la sorpresa, les pedí que me diesen unos cuantos más, ya que era sexualmente muy activo, y todos aplaudieron mi “talente progresista”. Si les llego a prometer un aprobado general, me hacen rector. Lo que demuestra lo manipulable que son estos chaveas. 
La otra cuestión tuvo lugar con ocasión de una huelga convocada en la Universidad y de la que no me había enterado. Por lo que estando en plena clase, con el aforo de los estudiantes al completo, bien porque tampoco se habían enterado o porque decidieron hacer uso de su constitucional derecho a no sumarse a la misma, una horda de agrestes  profesores asilvestrados interrumpieron la misma, blandiendo garrotes y a golpe de caceroladas. Algunos de los más caracterizados miembros del “apparatchic” se situaron detrás de mí, escribiendo en la pizarra “La clase queda suspendida”. ¡Menuda lección de democracia!
Por ello, ¡cuidado a dónde manda a sus hijos! Envías a un chaval mentalmente sano y, tras un exhaustivo lavado de cerebro, insuflándole por vía rectal las ideas de Carlos Marighela, te lo devuelven convertido en un yihadista rojero; y es que crece la sospecha de que en el otrora empíreo ambiente universitario se han infiltrado comandos de hostiles alienígenas y androides,  camuflados de “pijoprogresistas”, para acabar con nuestra civilización.

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