Opinión

Delincuentes de cuello azul

Pues mire, dilecta leyente, en Criminología se establecen distintas clases de delincuentes, en función de diversos factores, como la edad, el tipo de delito, el medio utilizado, la forma de realización, el carácter, la habitualidad, etc,, pero también según la importancia de la profesión o actividad relacionada con el hecho. Así podríamos diferenciar entre delincuente común, delincuente de cuello blanco y delincuente de cuello azul. Los dos últimos se basan fundamentalmente en el ámbito socioprofesional que les sirve de soporte.
El delincuente de cuello blanco (white collar crime) se aprovecha de su status para cometer delitos mayoritariamente socioeconómicos, como empresario, director o administrador de empresa, mientras que el delincuente de cuello azul (blue collar crime) se refiere al trabajador que utiliza mono de trabajo, cuyo modelo es el empleado de taller mecánico que instala piezas usadas o de alguna manera defrauda al cliente en la factura. Haciendo una interpretación extensa, habría que considerar dentro de esta última denominación al trabajador por cuenta ajena que utiliza una situación de conflictividad laboral para cometer actos violentos contra personas o cosas. Pues, resulta que en fechas recientes una joven policía ha sido vilmente apaleada, golpeada con alevosía y ensañamiento, tras ser arrojada al suelo y mientras se hallaba en situación de total indefensión, por unos auténticos criminales, que pretenden justificar sus desmanes en que son trabajadores, como si los otros fuesen de otra galaxia en donde no hubiera que doblar el espinazo tanto o más que aquéllos.
Cabrían muchas razones para explicar a estos energúmenos, que se amparan en el anonimato, buscando la protección del rebaño, que ser trabajador no es una eximente. Que estamos en un Estado de Derecho y que existen cauces legales para expresar y defender sus derechos, con mayor o menor vehemencia, pero sin actuar como hordas mongolas. Efectivamente, tanto el derecho de manifestación como el de huelga son derechos fundamentales, pero sobre los cuales la propia Constitución establece unos límites, que si se traspasan dejan de ser protegidos. Y la manifestación se convierte en ilegal.
Pero, además, por si les sirve de algo, deben saber que igual que el policía, cuando se extralimita en sus funciones, pierde el carácter de agente de la autoridad, también el trabajador, cuando se desmadra deja de ser considerado como tal, para convertirse en un vulgar criminal.  Quiero creer que los autores de esta ignominia están arrepentidos, y podían comenzar por disculparse ante su víctima, que, además no tiene culpa alguna de su situación. Por cierto, la policía agredida, también es una trabajadora y con problemas, seguramente iguales o mayores que los suyos.
No me gustaría darle la razón a Napoleón, cuando dijo aquello de que “A la mayor parte de los que no quieren ser oprimidos, no les disgustaría ser opresores”.

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