Opinión

Cuando el zulo es el interior del cuerpo

La considero informada, dilecta leyente, sobre ese “sucedido” en que un joven acudió a un centro sanitario por un dolor abdominal y terminó siendo operado porque la causa de su aflicción era ocultar en su abdomen 69 bolsas de hachís; es lo que en el argot se llama “viajar con la muerte”. En este caso el camello salvó el pellejo porque ninguna de los envoltorios llegó a perforarse y es que este tipo de delincuente suele ser el último eslabón de esa cadena del narcotráfico, en que los verdaderos capos explotan su miseria humana, que les lleva a jugarse ir a la trena o al cementerio por unos escasos euros o una eximia cantidad de la droga. Así utilizan el interior de su cuerpo como zulo, ya sea ingiriendo la sustancia u ocultándola en el ano, los genitales, prótesis mamarias, etc., incluso en el moño, como se comprobó en el caso de una azafata que pretendía obtener un sobresueldo Menos peligroso es hacerlo a través del adosamiento al cuerpo, en la ropa (gayumbos,, sujetadores, pañales), bermudas rellenas de pequeños cilindros para albergar la droga, o pierna escayolada por supuesto accidente, y encima en silla de ruedas, en cuyas articulaciones se puede completar el rellenado, amparándose, descaradamente, en cierto victimismo.
Lo cierto es que este tipo de “negocio” resulta muy productivo no solo para el narcotraficante, sino que cada uno de los intermediarios procura sacar tajada, adulterando la mercancía para incrementar las ganancias. Por lo que, cuando llega al consumidor, éste recibe una mezcla de sustancias químicas que ya no llega ni con el 40% de la pureza original. Lo peor es que el adicto se termina acostumbrando a la adulteración y cuando le llega con un alto grado de pureza se puede llevar un “spavento”, por sobredosis.
La adulteración comienza desde la compra de la droga en el país de origen, que ya puesta en la calle le supondría unos beneficios de al menos el triple de lo invertido, pero como su ambición no tiene límites, los capos tienen su propio “máster chef”, con cocineros para hacer las manipulaciones y adulteraciones en sofisticados laboratorios. En nuestro país la bofia acaba de desmantelar en Castellón uno de estos garitos “cordon bleu” de producción de cocaína a cuyo frente se encontraba un experto colombiano. Lo que supone una prueba más de la progresiva internacionalización de  estas bandas.
Son muchos los medios de trasporte que suelen utilizar los narcos. Hoy las motos acuáticas, ultraligeros, etc., han sido sustituidos por drones que garantizan la impunidad. El caso más truculento es el de la utilización de cadáveres a los que primero extraen sus órganos para repletar con la droga.
Los delincuentes también acuden a métodos que eviten que la mercancía sea detectada por los perros adiestrados de la pasma, lo que pocas veces consiguen, como no sea con el LSD, que no emana olor, es incoloro e insaboro.
Nuestro Código Penal discierne ecuánimemente entre jefes, encargados o administradores, con penas que pueden llegar a los 12 años de talego, mientras que el delincuente que además es adicto puede quedar exento de responsabilidad o beneficiarse de una sustancial rebaja de la pena y, en el peor de los casos, obtener la suspensión de la ejecución de la pena si es inferior a 5 años.
Cada país tiene su propio estilo para acabar con el problema. Así en Indonesia, como en otros países en que se mantiene la pena capital, a los traficantes de droga se les da matarile, mientras que a los consumidores de hachís y cocaína se les obliga a no bañarse durante una semana y después son colocados en posición boca abajo oliéndole el trasero a otro preso vicioso. Según las autoridades, con esta medida  lograron terminar con los adictos a las drogas. Para mí que estos  del turbante es como si equipararan un incendio meramente estabilizado al controlado. En cualquier caso: No vale copiar.
 

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