Opinión

¡A contarlo!

Desde que el temerario torero Luis Miguel Dominguín, padre del evanescente cantante Miguel Bosé, tras acostarse con la exuberante actriz Ava Garner (a la sazón esposa de Frank Sinatra), a preguntas de aquélla tras el escarceo amoroso, del porqué se iba tan pronto, contestó la célebre frase “A contarlo”, no han parado de surgir casos similares. Y es que de qué sirve hacer algo extraordinario, que sería la envidia de tus convecinos si no puedes presumir de ello.
Hay un viejo refrán que dice “Dime de qué presumes y te diré de qué careces”. Incluso en el caso de violaciones y otros temas de carácter sexual, aparecen infinidad de individuos “confesando” ser los autores del hecho, que luego resultan ser impotentes; o el criminal que da pistas a la pasma de sus crímenes, más que en un desafío a la competencia policial, por el narcisismo de ver reflejados en los medios de comunicación sus “hazañas” y en el  fondo desea ser conocido y ver su careto en la primera página de los periódicos. Eso sí, tratado como un “prestigioso” delincuente, para, de paso, ganarse el respeto de sus compañeros de talego y la admiración de alguna alma cándida, que no ha digerido bien aquella máxima de Concepción Arenal “Odia el delito y compadece al delincuente”, y los glorifican, les envían cartas de amor, los van a visitar a la prisión y hasta les piden matrimonio.
Pero es que, además, le salen imitadores, otros piraos que aspiran a salir en la misma orla de “bandarras sin fronteras”. Como cantaba una jovencísima María Isabel: “Antes muerta que sencilla.”. Pero ese mismo espíritu megalómano lo demuestran los testigos ante un micrófono o una cámara, para luego en juicio quedarse mudos.
Bueno, pues con el auge de las redes sociales, la cuestión se ha vuelto más candente, y los de ánimo transgresor cuelgan, con inaudita irresponsabilidad, sus “falcatruadas”  para salir del anonimato, que les debe parecer como un mundo de sombras chinescas, y hacerse famosos, no importa el motivo ni las consecuencias, saliendo al rutilante espacio exterior, disfrutando de su minuto de gloria  (“Sit transit gloria mundi”). Y, así, por ejemplo, recuerdo al “Peque”, cuando todavía era “peque” biológicamente, pero ya atracando bancos con pusca, en Vigo, que cuando le llevaban al Juzgado de Menores, a ver a “Luciano”, lo primero que pedía era comprobar si había salido en los periódicos.
Un caso más de este tipo de “complejo de Narciso” lo han protagonizado una pareja de novios en Estados Unidos colgando fotos en facebook, con los billetes procedentes del atraco a un Banco. Con ello han facilitado su detención, pero desde el punto de vista legal el hecho plantea algunos interrogantes; como si cabe la atenuante de confesión (que no tiene que ver con el arrepentimiento). De una parte, al confesar públicamente (por lo tanto también ante las Autoridades) su delito “antes de que la acción se dirija contra ellos”, lo que les supondría una importante rebaja de la pena. Pero incluso, es que el hecho de salir con esa pasta no quiere decir ni que fuesen los autores,  que iban encapuchados y al parecer sin dejar pistas, ni que esa pasta sea la del Banco, incluso que puedan ser fotocopias, etc. Claro que si al final la cosa es como la cuentan, solo cabe confiar en que les condenen como meros partícipes o les apliquen, improbablemente, la atenuante de marras.
En fin, que parodiando el viejo adagio culinario: “Con las cosas del facebook no se juega”.
 

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