Opinión

Asesinos suicidas

Pues, dilecta leyente, la supongo informada de ese “sucedido” en el que la mujer separada regresa al hogar al conocer que su maltratador estaba gravemente enfermo, para cuidarlo, y éste, en “agradecimiento”, la termina matando a  machetazos y luego se suicida. El hecho tiene tantos tintes dramáticos que ni al mismísimo William Shakespeare  se le habría ocurrido una trama semejante. 
Primero, que la víctima en un gesto de generosidad digna de una mártir perdonando a su agresor, a quien la sometió a una vida desdichada, vuelva al domicilio para como una samaritana atender al ahora enfermo.
Segundo, la forma tan brutal con que el asesino acabó con su vida, que denota una inquina desmedida, irracional y, tal vez irrefrenable que le llevó a no permitir que le sobreviviera, para que pudiera ser feliz tras su muerte.
Tercero, que el criminal tras cometer la infamia se suicide. Lo que denota que tras matarla ya nada le importa. Ha cumplido su último deseo y la vida ha perdido para él todo sentido.
Este es uno de esos casos en que el “feminicida” acaba  aplicándose la pena de muerte y que merecería un estudio pormenorizado que se sale del esquema del que se entregue a la policía buscando una atenuante o simplemente se da el piro para ver si no le pillan. Aquí, desde luego, psiquiatras, psicólogos y profesionales de la mente tienen mucho trabajo, a ser posible de tipo preventivo.  
Y es que el maltratador denunciado raramente perdona, y como siente que ha perdido el mando, que la sumisa se le ha rebelado, incluso que ha perdido la posesión, en un arrebato irracional daña la “cosa propia” y considerando que ya su vida no tiene sentido sin su “punching- ball”, se quita de en medio.
El móvil en el caso que nos ocupa y preocupa es sólo obtener una liberación de su espíritu humillado que se satisface con la desaparición de la culpable de su angustia, y luego, en un “ni contigo ni sin ti”, se mata. 
Otro caso, bien distinto, es cuando la mujer es una enferma crómica que precisa de esmerados cuidados y él se comienza a ver impotente para seguir atendiéndola y ante el temor de que al fallecer él nadie la trate como cree que debería, decide que deben morir juntos. Es el llamado “suicidio extensivo”, que tiene su paralelismo con la “muerte por compasión”. En estos casos los servicios sociales tienen mucho que decir.
Por otra parte, o por la misma, hay mucha celotipia como elemento coadyuvante a estos crímenes. Y en cualquier caso, tras una ruptura traumática, lo recomendable es no volver a contactar con el “Otelo” ni por wifi, y cualquier comunicación deferirla a los abogados o terceras personas.
 

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