Opinión

Asesinato de millonaria

Pues, dilecta leyente, la supongo informada del reciente “sucedido” del asesinato de una conocida millonaria, en Alicante, cuya autoría material se atribuye a unos sicarios, pero falta por saber quién/quiénes es/son el autor/ autores intelectuales, que en lenguaje jurídico traduciríamos por inductor/es. Es decir, más concretamente, quién/quiénes, en su caso, encargaron el crimen. Unos sicarios no se contratan de un momento a otro. Hay que conocer el ambiente, llegar a un acuerdo, facilitar los datos de la víctima, el momento adecuado para la acción, etc. Por lo que además de investigar el “cui prodest” hay que conocer quién dispone de los medios.
La acaudalada señora era viuda y  al parecer tenía una familia con más secretos que el Pokémon Go, y unas relaciones más tensas que las cuerdas de una guitarra eléctrica, que ni siquiera había conseguido apaciguar en fecha tan señalada como Navidades y, todo, según la crónica periodística, por el reparto de una suculenta herencia
La señora fue tiroteada y muerta en el lavadero del concesionario de coches que regenta uno de sus yernos, casualmente aficionado al tiro olímpico, a donde había llevado su coche para una puesta a punto. Dos disparos a bocajarro acabaron con su vida, sin darle tiempo ni a entrar en el vehículo cuando iba a recogerlo.
No faltaba nada del coche ni del bolso, y eso lleva  a descartar el móvil del robo, lo que no quiere decir que no exista el móvil económico. Toda la familia más directa es sospechosa. Parece que nadie estaba de acuerdo en que la víctima designara a su único hijo varón para dirigir el holding familiar y le  traspasase la acción de oro, máxime cuando éste había decidido ajustar los dividendos entre los hermanos según su implicación con la empresa. Todo ello había contribuido a crear un clima hostil hacia la matriarca, como parece deducirse del inquietante mensaje “Jaque mate” de uno de los nietos. Lo que, sin que tenga nada que ver, me recuerda “Asesinato en el  Orient Express”. 
La utilización de munición trucada, pues de disparó con bala de pistola desde un revólver dificulta la identificación del arma homicida, pues al ser el cañón del revólver más ancho que la bala que dispara no marca el proyectil con las estrías internas que identifican cada arma. El hecho de que la acción fuese realizada con tal precisión y sin testigos, sin que ningún cliente ni empleado del concesionario viese no oyese nada, parece llevarnos a la autoría de profesionales. De entre los sicarios italianos, colombianos y los procedentes del Este, habría que descartar a los primeros, pues en su código deontológico excluyen matar a mujeres y niños.
Tal vez también se necesitaría un Hércules Poirot, para desentrañar el enigma.
 

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