Opinión

Arrogantes onanistas

Jefferson dijo: “El árbol de la libertad debe ser regado, de cuando en cuando, con la sangre de patriotas y tiranos”; y Edgard Allan Poe, escribió un libro titulado “El barril del amontillado”, en donde describe un caso de emparedamiento.
Pues, dilecta leyente, la supongo enterada de la “última” que le han hecho al catedrático Blanco Valdés; ya no se contentan con reventarle las clases, insultarle (fascista) y amenazarle (colocación de explosivos, intento de quemarle la vivienda), sino que se han atrevido a tapiarle su despacho. Por cierto, por segunda vez. Y estas tropelías las viene sufriendo desde hace catorce años. 
Dada la osadía e impunidad con que actúan estos arrogantes onanistas, la próxima podría ser con él dentro; y, en vez de hacerlo con tablas, con cemento. Un “emparedamiento” propio de tortura medieval.
El valeroso magister, sigue participando en tertulias en donde desde la moderación y el respeto a la divergencia ideológica, da muestras de conocimientos e independencia de criterio, lo que parece que molesta a algunos cejijuntos gañanes. Lo curioso es que  los que se comportan como infames sectarios, utilizando métodos de la Stasi, se atrevan a lanzar, a la víctima de sus desmanes, la acusación de fascista.
Creo, Roberto, que debería tener cuidado con algunos de esos estudiantes anarcotizados que acuden a sus clases de Derecho Constitucional, que más bien parecen becarios yihadistas, que confunden democracia con demogresca y que parece que no tienen claro lo que es el fascismo. Para empezar, es tan falso identificar fascismo con extrema derecha como con extrema izquierda, por más que los frikis soplagaitas intenten cargar las tintas con los primeros. De tener que inclinarse por alguna de las opciones, habría que considerar que Mussolini “Il Duce”, había sido un importante ideólogo socialista y el número tres en el escalafón del partido, si bien es cierto que luego se convirtió en su implacable perseguidor. Su programa económico era una copia de la aplicada por Lenin y sus principales características eran la supresión de la discrepancia política, el antiintelectualismo, y la manipulación educativa.
Todo ello propiciaba la estigmatización de determinados intelectuales y colectivos, la quema de libros, la violenta presencia callejera, el despliegue de masas organizadas y disciplinadas y la represión de toda oposición política o social, bajo el lema “Los que no se conviertan serán destruidos”.
En cuanto a sus métodos: Campañas propagandísticas difamatorias, boicots, marcaje de domicilios para posterior incendio o demolición, palizas, marginación social, prohibición de entrada a las universidades e intento de expulsión de profesores no adictos.
Hará bien, profesor, en no dejarse “achangar” por estos patéticos badulaques, aspirantes a neofascistas. Es el precio que hay que pagar por ser independiente. Como alguien dijo: “La libertad tiene dientes y muerde como un lobo”.

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