Opinión

Anchos hombros y cara de pedernal

No me refiero, dilecta leyente, a algunos políticos de aquí, porque no quiero añadir más leña al fuego pues ya otros se encargan de avivar las llamas y no con éticas intenciones en un “y tu más” ante un posible abuso del Derecho y una utilización torticera de la Justicia. Lo que quería comentarle son dos “sucedidos” en México, que me han fundido el yelmo. Uno es un político que se llevó, cuando terminó su mandato, hasta los colchones de la residencia oficial y otro un narcotraficante que resultó abatido por las Fuerzas de Seguridad, meses después de haberse fugado de la cárcel de máxima seguridad, saliendo por la puerta principal.
En cuanto al primero, se trata de Javier Duarte, que así se llama el bandarra, que había sido gobernador del Estado de Veracruz y ahora estaba considerado el hombre más buscado de México, al que podríamos calificar de delincuente de cuello blanco, si bien lo de llevarse los colchones pone en duda tal ilustre calificación, por su falta de estilo, salvo que  fuese porque allí llevaba ocultos los 134 millones de euros, con los que dejó en quiebra a su estado, esquilmando los caudales públicos; el cual fue detenido por la Interpol cuando se pegaba la gran vida en Guatemala, como corresponde a un truhán con toda la jeta. Y es que hay que distinguir entre delincuentes que se hacen políticos y políticos que se hacen delincuentes. Como suele ser habitual con estos políticos delincuentes, poco antes de desaparecer había estado en un programa de televisión en donde aseguraba “No tengo nada que ocultar, mi patrimonio es público”.
Respecto al segundo, llama la atención la simplicidad con que se piró de la trena. Al menos El Chapo se lo curró, a través de sofisticados túneles hechos por sus secuaces, por debajo de la prisión. Se trataba de Francisco Javier Zazueta Rosales, alias “Pancho Chimal”. Zazueta era un peligroso y sangriento criminal, perteneciente al cartel de Sinaloa, fundado por el Chapo Guzmán, para el que dirigía un grupo de sicarios que se denominaba ”Los Chimales” y últimamente, tras la detención de éste y su extradición a los Estados Unidos, ejercía de escolta de sus hijos. Su funeral estuvo animado por canciones rancheras y tiros al aire.
Hoy, tras la desaparición de la escena de El Chapo existe una pugna interna dentro del cártel de Sinaloa por lograr el liderazgo. A su vez existen enfrentamientos por el control del tráfico con los Dámaso y los Leyva, este último grupo dirigido por el hijo del fallecido Amador Carrillo Fuentes, alias “Señor de los Cielos”, llamado así por su negocio de avionetas, y líder del cártel  de Juárez. 
Entre pillos anda el juego.
 

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