Opinión

El amor otoñal

Perdone, dilecta leyente, que esta vez caiga preso en las redes del mundillo del corazón, pero es que los protagonistas del affaire son un premio nobel de literatura y una “premio nobel de la noviatura”. Que un intelectual de la talla de Vargas Llosa haya abandonado a su esposa y eficaz colaboradora de toda la vida en sus triunfos literarios, por una diva del papel cuché que vende chocolate y baldosas, recuerda el programa “Ahora caigo” en el que cualquier despiste conlleva la caída por la trampilla.
A mí, esta relación tan antinatural me trae a la memoria la de exuberante Marilyn Monroe con el dramaturgo estadounidente Arthur Miller, que fue la bomba en su época, pero que saltó por el aire, como era de esperar, entre personas de caracteres tan distintos. Marilyn se aburría en aquellas tediosas reuniones de intelectuales y echaba de menos la actividad de su antiguo atlético compañero Joe Dimaggio.
Pero no hace falta remontarse tan lejos para rememorar estos amores otoñales, pues aquí tuvimos recientemente el de Camilo José Cela y la periodista Marina Castaño. Como en el primer caso, el flechazo surgió en una entrevista personal en donde el entrevistado se siente halagado por la admiración de su joven y bella entrevistadora y se vuelve vulnerable, comparando la, cuanto menos, indiferencia de su ya vieja compañera, con el lisonjeo de la periodista, máxime si se ofrece como gentil biógrafa, en la que poder dar rienda suelta a toda su vanidad. Dada su temprana muerte (a pesar de su “Madera de Boj”), no hemos podido saber su idoneidad como pareja. 
Otras veces, se trata simplemente de formalizar una situación de hecho con quien ya era su colaboradora en el trabajo y su amante de camerino. Me refiero al tenor italiano Luciano Pavarotti. En estos casos la posibilidad de éxito tiene más justificación, a pesar de su súbita “uccisione”
Y si lo quiere más televisivo ahí tiene el caso de María Teresa Campos y Edmundo Arrocef, “ Bigote”, que se mondan trabajando juntos y no ocultan su felicidad. Aunque en lo profesional aquélla parece tener cierta envidia del éxito del humorista-cantante y hasta teme que se le quede con el programa. Son celos profesionales, que de momento no parecen afectar a su idilio.
Pero volvamos a Mario y Preysler. Pues parece que la celebración del cumpleaños de aquél va a ser apoteósico. Con una perfecta combinación de la rigurosidad y mesura de los actos culturales con la frivolidad del postureo y la alta costura, y es que desde que los reyes se casan con plebeyas han pasado a ocupar el lugar de las aristocráticas bragas con encaje las lujuriosas tangas. ¡Algo tendrá que ver!
 

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