Opinión

Las fiestas duran poco

La fiesta política en España comenzó en las elecciones al Parlamento de la Unión Europea, en 2014, donde unas nuevas fuerzas, que se consolidaron en las elecciones generales de1 2015, metieron el susto en el cuerpo a lo que podríamos llamar la oligarquía política de toda la vida. Y ni Arriola en el PP, que despreció como un analfabeto a Ciudadanos, ni los gurús del PSOE, que decidieron competir con Podemos, acertaron con la estrategia adecuada.
Sin embargo, a pesar de los errores, la últimas elecciones autonómicas han vuelto a colocar las cosas en la jerarquía tradicional, y el PP gana por mayoría absoluta en Galicia, y el PNV va a gobernar en el País Vasco, que es algo así como decir que en el Cantábrico llueve más que en Andalucía.
Este anuncio de conclusión de la fiesta, esta aburrida asunción de que, a la postre, las obligaciones y la monotonía cotidiana se imponen a lo extraordinario, sólo tiene un elemento inestable, y es saber si el por ahora líder del PSOE es partidario de aceptar la conclusión del festejo o se muestra partidario de proseguir el botellón en compañía de Podemos, una organización que prometió el asalto a los cielos, pero si el asalto consiste en recibir a un almirante de la Armada de Estados Unidos, correctamente uniformado, en vaqueros y mangas de camisa, como hizo el alcalde podemita de La Coruña, no hay que ser muy analfabeto para colegir que eso no es hacer la revolución sino protagonizar el ridículo.
Los amigos de la jarana y teóricos de la anarquía estamos en horas bajas, porque vamos a volver a lo de siempre, a no ser que Sánchez lleve a cabo con el PSOE la cuidadosa labor de voladura que realizó Artur Mas con Convergencia. Y eso sería un punto para despachar al aburrimiento.

Te puede interesar