Opinión

Vampire Airlines

Planee usted sus vacaciones de Semana Santa con varios meses de antelación; negocie con su empresa tres días a mayores (los autónomos, negreros y esclavos de sí mismos, son más duros de roer) a cuenta de las horas extras que, a buen seguro, le habrá sisado; negocie con su agencia de viajes buenos destinos, buenos hoteles, buenas aerolíneas (niéguese a volar con “Racanair”); negocie con su esposa, prométale unos días de ensueño, unas noches de insomnio y una semana de relax. 
El día de su partida levántense antes que el despertador, cierren puertas y ventanas, conecten la alarma, saquen el coche del garaje, recorran los 20, 50, 100 kilómetros que les separan del aeropuerto, respeten las señales de circulación, hagan cola para entrar en el parking, encuentren plaza, bajen, bajen las maletas, revisen que no se les olvida nada, caminen, caminen, caminen, lean los rótulos; lean: salidas, departures, llegadas, arrivals, puertas, gates, facturación, check-in, recogida de equipajes, baggage claim, venta de billetes, ticket desk, bienvenidos, welcome…
Y, por fin, encuentren el mostrador de “Air Europa Stress”. Una señora, señorita, azafata de tierra, ground attendant, aeromoza, aerolinda o como quiera que se llame, pero que no ha probado All-bran en su puñetera vida, les miente: “Hola”. “Hola. Vamos a Madrid”. “La facturación está cerrada”. “¿Cerrada?”. “Sí, cerrada, han oído bien”. “¡Pero si el vuelo sale a las 08:50!”. “Pero son las 08: 10”. “¡Pero si faltan 40 minutos!”. “Pero la facturación se cierra 45 minutos antes del vuelo”. Para mayor escarnio añade: “Hay que madrugar más”. 
Pensando que todo se arreglará, que su avión está  ahí enfrente, que ni siquiera han empezado a dar la brasa por la megafonía con el “please proceed to gate number…”, sonríen beatíficos. Lady amargura les taladra con la mirada: “¡Ah, pero además llevan equipaje!”. “Sí”, se acojonan un pelín. “Entonces olvídense”, sentencia. Entonces se acojonan de verdad: Está en juego su enlace con Atenas, su visita a la Acrópolis, su regreso por Roma, sus siete días de asueto, sus ahorros de todo el año… Y se lo hacen saber a aquella aerofágica hidrofóbica (entiéndase pedorra rabiosa). Y le razonan: “Pero si otras veces nos han obligado a entregar nuestro equipaje de mano para bajarlo a la bodega, por qué ahora no podemos llevar nosotros las maletas hasta el finguer y que las bajen también”.  Con la empatía de los buitres, aquella estreñida les da con el desprecio en las narices. “Hay que madrugar más”, insiste.
Al final, desesperados, después de no dormir un carajo, después de pagar en “Aibiria, líneas aéreas británicas”, por un billete a Madrid lo que ya pagaran por viajar hasta Atenas, después de facturar las maletas y pasar el control de seguridad, todavía tienen que sufrir la ignominia de ver cómo los pasajeros del vuelo que no les permitieron tomar, siguen esperando en la puerta de embarque para entrar. ¿Será que todas las compañías aéreas que operan en España vuelan en código compartido con “Vampire Airlines”?, piensan. Y sonríen. Felices. A pesar del cielo tan hostil. A pesar tanta arpía hija de puta.   
Advertencia: Los hechos son ciertos. Los nombres son inventados. Cualquier similitud con lo ocurrido es infinitamente menos cruel.

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