Opinión

Tetas hasta en la sopa

‘Las mujeres no dirimen sobre tetas: las enseñan; son razones poderosas que no requieren mucho parlamento’ (Un Servidor)

Bodas de oro. Mismo hotel, misma habitación ya reformada, mismo menú, mismos desposados en pelotas y mismo temblor que la noche de virgos rotos: ‘¿Te acuerdas mi vida –dice ella- lo emocionados que estábamos?; parece como si no hubiese pasado un solo día’. ‘Sí cariño –dice él- pero ten cuidado no quemarte, tienes una teta metida en la sopa’. Sic transit gloria mundi.
 Tetas, tetas, tetas. Qué obsesión. Tetas en los presbiterios, tetas en los parlamentos, tetas en las manifestaciones, tetas en los realities shows. Sin tetas no hay paraíso, ni aliciente. ‘Teta que mano no cubre, no es teta sino ubre’, ‘Teta que cubre la mano, ya no es teta, sino grano’, así dirimen los entendidos acerca de un dilema que, como el sexo de los ángeles, no tiene consenso. A mí me gustan al dente, en todo caso. Y me gusta más imaginármelas a que me las restrieguen por los ojos; si no -si no se trata del cortejo pre coital, o de un antifaz a lo 50 sombras de Grey con las que ponerme ciego ya metidos es faena-, además de dejarme agujetas en las pupilas, me parecen una provocación innecesaria. Yo, como Louis Bouilhet, pienso que se está mucho más cerca del corazón cuando el pecho es plano.
 La Pechotes, perdón, la Pedroche anda diciendo por ahí que ella también sufre machismo: ‘Me pongo un vestido porque me gusta y alguna gente me critica’. Pobrecilla. Pero creo que se pasa de ferodos. Primero, ‘alguna gente’ debe incluir también a las señoras; y no me extraña, porque a veces el escote le llega hasta la prorrata. Segundo, la Pedroche, sin escote, no sería más que otro loro del ‘teleprompter’ -ese espejo mágico en el que leen los presentadores de televisión-, incapaz de improvisar ni siquiera un estornudo. Y tercero (vean sino su independencia intelectual y su idea de la emancipación femenina: ‘Mi mundo lo mueve David, porque David es mi mundo”), el hacer salivar al personal exhibiendo el comedor infantil, es incongruente con quejarse después de que los hombres estemos hipersexualizados y seamos unos voyeurs. Cada quien puede enseñar lo que le pete, solo faltaría; pero a quien le pete puede mirar lo que le plazca y opinar de lo que le enseñan. Digo yo. Lo que no es de recibo es escupir en la sopa que te alimenta. (Que en su caso ya no sé si son los fans o el chef de tres estrellas.)
 

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