Opinión

Suma y sigue

Suman y siguen los atentados. Suman y siguen las muertes. Suman y siguen las víctimas. Y suman y siguen los políticos -eso sí con preocupación- los atentados de Bélgica. Basta ver sus tuits: ‘Seguimos con pesar y preocupación lo ocurrido en el aeropuerto de Bruselas’. Y sus paridas: ‘Consternados’. ‘Unidos’. ‘Solidarios’. ‘No nos van a amedrentar’. Etcétera. 
 Menos perogrulladas y más cojones. Basta de paños calientes. Al toro por los huevos. Ideas. Medidas. Soluciones. Europa, España, el pueblo –incluso las que no los tienen- está ya hasta los mismísimos péndulos (por no repetir huevadas).
 Hace poco estuve en Dresde, la Florencia del Elba, donde ‘Pegida’ (acrónimo de europeos patriotas contra la islamización de Occidente) es cada día más potente. Y más patente la inquietud de Ángela Merkel y su gobierno. Y qué esperaban. Es normal. Mejor dicho: ya era hora. Y no me considero xenófobo. Es más, fui emigrante, soy de tez morena, llevo barba. Salvo en las creencias, soy un talibán. Pero no voy a la mezquita, ni farfullo un Corán que me llama infiel, ni me eximo de condenar, denunciar, avisar, vigilar, denigrar, a cualquier ‘hermano musulmán’ que se crea mártir o simpatice con el horror. ¿Dónde están las denuncias de esta gente que todo lo observa? No hay peor astilla que la del mismo palo. 
 Y sí, que vengan los refugiados. Solo faltaría. (Quien siendo español no lo sienta así, es que es imbécil; y admito que para transportar a esta panda patria de gañanes no hay suficiente marina mercante en los océanos.) Que vengan los refugiados, repito. Pero no con Dios, ni por Alá, ni con sus rezos. Sino por puro sentimiento humanitario.
 Recibámoslos con los brazos abiertos, pero también con los ojos. Y con los puños cerrados. Donde fueres haz lo que vieres. Y aquí, en Europa, o corres o te encaramas: es decir, o te adaptas o te largas, que de esto también sabemos los españoles. Ahí están los Reyes Católicos, para recordárnoslo. Denostados, sí. Criticados, también. Pero si no fuera por ellos, que los echaron con cajas destempladas, ahora estaríamos colgando maricones de las grúas, fostiando a las mujeres y con el culo en pompa hacia la Meca.
 Y que no me vengan con cuentos de que estos fanáticos que matan no tienen trabajo, ni inclusión social. Lo que no tienen es vergüenza. Ni disculpa: cobran por lavarse los pinreles y por preñar a sus esposas. Castración -religiosa, me refiero-. Y que no subvencionen ni su ocio ni sus creencias. Esclavos han de ser, como nosotros, de la libertad que ansían. Del bienestar que disfrutan han de ser también artífices. La ociosidad es la madre de todos los vicios. Como la venganza lo es de estos asesinos sin entrañas.

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