Opinión

¡Siéntate aquí y pedalea!

Tengo que decirlo, si no reviento: circula por ahí una panda de Indurains de adoquinado que porque les pintaron un carril bici en las losetas de algunas ciudades ya se creen con el derecho de llevarte por delante si, despistándote -ni que fueran los trazos todavía frescos de un Picasso–, vas y se lo pisas. Se lo hollas, interpretan. Ni en tocar el timbre se molestan. Es más, que ya es decir: son más agresivos muchos ciclistas con los viandantes que algunos conductores con las bicicletas. ¡Hala, a ver si os enteráis, velocipedistas del carajo! Dicho queda…
 Suelen, los más transgresores, lucir culote ajustado, maillot mariconísimo, barriga cervecera y chichonera hueca. Y tal parece que estuvieran en una contrarreloj, por cómo se afanan en llegar los primeros al próximo paso de cebra. Los ciclistas, en general, son el piojo (en la camisa lavada, ya sabemos lo que significa) de la circulación. Pero también la mosca cojonera. Andan a su puta bola y, como se caen si se paran, no te dejan ir a la tuya, placentera. Y te insultan. Y te miran como si fueras un intruso, o un paleto de acera.
 No llevan matrícula. No pagan impuestos. No tiene seguro. No tienen equilibrio estático. Por no tener, muchos no tienen vergüenza: además de la ‘L’, de ‘learner’ (aprendiz) tendrían que llevar la ‘I’ de idiota. Porque primero fue sábado que domingo, y los peatones hemos de tener por fuerza preferencia una vez subidos al bordillo. Y esto rige ya se trate de la capital del Reino, se llame Carmena su alcaldesa, sea ecologista, o sea una anciana vigoréxica; y ya rija uno del PP o uno de En Marea y se trate del reino de Galicia. Y ya lo siento, por los que sí respetan las normas y la convivencia, pero ‘ecologismo o muerte’, que bien podría ser un eslogan para motivar el pedaleo, devendrá en una vulgar redundancia si no les ponemos freno a estos abusones de piñón fijo.
 En el verano pululan como avispas. Y van a toda hostia, los más pijos, con sus eléctricas de cuatro cifras. Y van con sus chiquillos de paquete, haciendo malabarismos, los más exhibicionistas. Y dicen, los más modernos, que la bici es una forma de vida: pero a mí, tal como pasan, y me rozan, más me parece una forma de perderla. Y no es por nada, pero que me mate una bicicleta con un matado al manillar ya me jodería… Y sí, sí, por desgracia ocurre: Muriel Casals, la diputada catalana, yéndonos a la Ciudad Condal, al cruce de la calle Provença con Urgell para más señas, aún podríamos dejarle un ramo de violetas. 
 Hala, dicho queda, repito. Pero si alguno –o alguna, que ahora muchas ‘géneras’ están mutado de finolis a barriobajeras- os insulta al pasar, murmura para sus afueras, os menta los ancestros aunque sea para su coleto, le podéis hacer una peineta y sugerirle: ‘¡Siéntate en este sillín y pedalea, gilipollas!’, que gilipollas vale igual para géneros que ‘miembras’. Ah, y os cambiáis de acera. Para que, si belicosos os siguieran, se vean obligados a esquivar a su vez a alguno de esos cabrones de asfalto, que en lugar de a un ser humano, sólo ven un estorbo sobre ruedas. 
 ‘Homo homini máquina’ debería decirse ahora, porque el lobo para el hombre es un hermano, y además ‘dente lupus, cornu taurus petit’ igual que el toro con el cuerno, el lobo ataca con el diente.

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