Opinión

La Reina y yo

Si yo tuviese el patronímico y la planta de Felipe Juan Alonso de Todos los Santos de Borbón y Grecia y fuese heredero del trono de España y fuese joven –todo esto es pura entelequia, por lo tanto algo así como el carrallo vigésimo noveno- antes de dar el ‘sí quiero’ a una fémina de producto nacional, me hubiese agenciado un pibón de importación -90, 60, 90 - que no me cupiese en la cama. Y, como todo buen Borbón, dos o tres más de repuesto. Para escarnio de golfos, y secesionistas, el Príncipe eligió a una asturiana, hecha a escala, periodista y divorciada. 
Cuando conocí a Letizia, con ‘zeta’, no era aún reina de España (Por cierto, sin eñe, ‘Espana’ no sería más que un tejido de áspero tacto). No era princesa, aunque lo pareciera, por cómo daba en la pantalla con su boquita de fresa: ¿qué tendrán, siempre tristes, las princesas? Ni era ninguna lumbrera: Para hacer una entradilla de 30 segundos a bordo de mi helicóptero hizo tres o cuatro intentos, y se retocó otras tantas veces los morros con pintalabios. Claro que, a lo mejor iba nerviosa: Lo que veíamos no era para menos. 
No era fea. Pero ahora tampoco es ninguna Nefertiti, a pesar de ciertos arreglitos para esculpir ese perfil heleno (con hache) como los antepasados de su suegra. Y de moldear una cinturita del ancho de un folio Din A4. ¿Criticable? A mí no me lo parece. Requiere esfuerzo,  privaciones  ¿Qué mujer no desea ser bonita? ¿O parecerlo? Hay muchas que se desgracian a piercing y a tatoos. Otras a bollería y a refrescos.  
Quedamos en el ‘Asúcar’, una cafetería que hay en Ponteareas –Pontevedra-; despegamos desde el helipuerto Airnor; sobrevolamos la negra sombra (que me asombras) y el ‘nunca máis’ del desprestigio: aquel ‘Prestige’ que embadurnó  Galicia entera de chapapote y al resto de los españoles de vergüenza ajena. Y aterrizamos en TVE, en Santiago. La memoria, como veis, es chafardera.    
A lo que vamos. Antes la reina era eso, Letizia. Una plumilla, resultona en la pantalla, y más o menos risueña. Después fue una buscona –según algunos-, y corrieron chistes satíricos a lo Bécquer. Entre otros: Iban a conceder a su ex marido el título nobiliario de ‘Marqués de monté a la reina’. Hispánica irreverencia, o envidia cochina; pero libertad de expresión en cualquier caso.
Y el caso es que, santo o no, se ungió en real matrimonio. Y, pese a quien le pese, ahora es: ‘Su Majestad Doña Letizia Ortiz Rocasolano, Reina consorte de España’. Lo digo sin acritud: nuestra reina. Y se merece un mínimo respeto, yo el primero, si no de sus vasallos, sí de sus conciudadanos, que no quieren que les hagan lo que en general detestan: que sus conversaciones privadas anden del timbo al tambo. O, lo que es peor, de la zeca a la meca, en donde los del Dáesh campan a sus anchas y a sus fueros sanguinarios. ¿Úlo el C.N.I? ¿Úla la ‘dura lex’ y su balanza? (este ‘dónde’ ye parecido por cierto a l’asturianu). Primero se filtran sus mensajes personales, punible desatino. Después se rasgan vestiduras por su román paladino: ‘mierda de LOC’, ‘compi yogui’, etc. ¿Y? Yo también estoy hasta los cojones de la prensa barrio bajera, de los medios de desinformación, de los Berlusconi, de las Atresmedia, de las Sextas rabo de bestas, y de las Telecinco de rima hortera. 
 ¿Es que ya no hay dignidad en este país del carajo? ¿Es que ya no hay derecho ni al honor? ¿Es que España ha de seguir dando por culo con sus estridencias de charanga y pandereta? ¿Acaso no queríamos una monarquía cercana al pueblo? ¿Acaso preferimos a esta casta de caspas, de perroflautas, de pijoplastas, de iconoclastas de la decencia para entregarles la jefatura del Estado? ¿Hasta cuándo este (sin) sentido del humor,  del deber, del secreto judicial, y del menos común de todos los sentidos?  Si al César lo que es del César, si a su mujer la honra, y la apariencia, qué menos que permitirles lo que a cualquiera: Intimidad. Libertad. Inviolabilidad de su correspondencia.
   ¡Viva la reina compi guay! ¡Muera la España carroñera! Majestad, vuelva cuando le apetezca. Invítola a dar otru voltiu en l’helicópteru por nuestra costa gallega.  

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