Opinión

Lo primero es el dinero

Cada vez que oigo lo de: ‘La indemnización es lo de menos, lo que buscamos es que no vuelvan a ocurrir más accidentes’, intuyo que lo que menos les importa a los familiares de las víctimas es conocer las causas –casi siempre cuestionables- que originaron el siniestro. Salvo la ‘felatio’, nada hay tan mosqueante y acusador como la ‘excusatio non petita'.
Lo mismo me ocurre con el manido ‘Safety first’, tan cacareado en todos los idiomas: ‘La sécurité avant tout’, ‘Allem voran die sicherheit’, ‘A segurança em primeiro lugar’, ‘Prima di tutto la sicurezza’, etc. Demasiado redundante para ser verdad. Y si se trata de un barco italiano, se llama  ‘Costa… abaixo’ y es de cruceros, ya me descojono de la risa. Todavía estoy alucinando con il capitano Schettino, aquel bobo de mar que metió el ‘Costa Concordia’ entre las piedras, resbaló en la cubierta –cagado sí que estaba sí- y cayó justo en un bote salvavidas. Para cortárselos vaya, si los tuviera.  
Hace dos semanas me di un garbeo en el ‘Costa Luminosa’ por el Báltico. Me sentí como ‘Jota Ce’, caminando a cuerpo gentil sobre sus gélidas aguas. Cualquier yonqui se hubiese metido una pirula de LSD, que dicen que hacen flipar en colores, pero yo me fui hasta Helsinki para ver las ‘noches blancas’. El barco sí, muy bonito, muy moderno, muy anchilargoesloramanga  y toda la pesca –y además no había que achicar-, pero aquel glamour de ‘Vacaciones en el mar’ que veíamos en las series televisivas de mi época brillaba por su cutrez; y ese ‘Benvenuti alla felicità al quadrato’ conque te recibe Shakira en su spot, lo encuentras en cualquier Ibis. Pasta, pasta, pasta… -y no pizzas precisamente que había que pagarlas aparte-, sino pasta gansa: las cañas a 6.50 euros; el restaurant a 30 euros por prepucio o por clítoris -porque el buffet, con criterio de comedor social, y la cena ‘formal’ cinco sobras Michelín no había dios que los tragase-; el hielo a cuenta rocas como en el Sahara, y el staff con cara de estreñidos, como si les debieran y no les quisieran pagar: ‘Buon appetito’, te decían por si picabas y pedías algo de beber, ‘falta hace –los sacaba con cajas destempladas- para comer esta bazofia’. De las excursiones mejor no hablar; te tangan hasta en el shuttle –lanzadera- como si en vez de un autobús se  tratase de un trasbordador espacial; a veces para llevarte 500 metros, como en el caso de Tallin –Estonia-, que es lo que dista la ciudad del puerto; o como en San Petersburgo, que en vez de hacerte callejear por los vericuetos suburbiales y mostrarte el paisanaje (esos nuevos ricos rusos que tras el comunismo irreligioso bendicen hasta los Mercedes), te acojonan con ‘securitys advices’ a cerca del crimen en lugares concurridos (pues anda que en Nápoles), o te meten en el Metro y te sacan 40 pavos por enseñarte unas cuantas estaciones como si fueran las pirámides de Egipto. En fin.
Escribe de lo que sepas, decía alguien; pero yo escribo de lo que vivo (que no al revés por desgracia) y de lo que intuyo: y os puedo asegurar que ‘lo primero es el dinero’. La seguridad no es más que un simulacro -un teatro, como casi todo en la singladura de la vida- para cubrir el expediente. Y, en caso de naufragio, más vale que no te rescaten. No me extrañaría que pudieran cargarte los costes en la tarjeta. Costa do carallo… 

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