Opinión

No hay hambre p'a tanta gente

Ando isleño. Guanche. Para más señas, tinerfeño. Godo, que así nos llaman a nosotros los canarios. La isla está llena de guiris. El hotel de hambrientos. La piscina de focas. La playa de chiringuitos. Y los paseos de sudores, de jadeos y de obesos. Por las mañanas, todo dios corre que te sopla, huyendo amedrentados de sus lorzas. Pero luego, en el comedor, todo dios engulle que te engulle, como si barruntaran una hambruna, o acopiasen calorías para atravesar el desierto del Sáhara.
 Acojona levantarse de la silla para ir a buscar (misión por otra parte imposible en un self-service) un café expreso. Arramplan con uno. Y con todo lo que hay en el bufet. Y mezclan lo que ningún master chef, ni top chef, ni Chicote chef en su peor pesadilla se atrevería a mezclar en ninguna cocina de vanguardia. Ni en refugiados sin fronteras aceptarían estas mescolanzas: churros con salchichas, con salsa de frambuesa, con alubias, con wasabi y con helado. La rehostia en plato. Después todo el día tumbados al sol, como chamizos, criando melanomas y malcriando vástagos; los peques son los reyes del mambo en todas partes; por la noche, para que los padres se encogorcen y sigan consumiendo, las animadoras aún los alborotan con cánticos y morisquetas. Algunos se caen de sueño. Y nos hacen caer la baba a los abuelos. 
 En fin, que estoy en Tenerife. Tiene seguro de sol. Aunque, como dicen los chinos, ‘el sol solo en las palmas de las manos’: el día que consigan fabricar un sucedáneo light el negocio turístico español se irá al carajo. Yo me refugio de la balacera de sus rayos en mi habitación, parapetándome tras un buen libro o una buena siesta. Y cuando, de buena tarde, salgo a darme un buen garbeo, veo esos ‘cuerpos gamba precocida’, rebozados en cremas protectoras, cremas refrescantes, cremas reparadoras, cremas anti-age. Cremas que no sirven para nada y cuestan una pasta. 
 Con lo que (mal)gasta en potingues la raza (mal)llamada inteligente, se financiarían todas las investigaciones necesarias para encontrar un medicamento contra el cáncer; con lo que -antes en cebarse- en tratamientos de adelgazamiento, se alimentaría a los refugiados, a los indigentes y a los pobres del mundo entero; y con lo que se tira a la basura, solo en los hoteles canarios, se cubrirían las necesidades básicas de esas supuestas ‘gentes’ (Podemos dixit) españolas que no tienen qué llevarse a la boca, ‘ni tienen para calefacciones’ (Podemos insiste a cada rato). Coño, que los traigan a Canarias. 
 Ya sé que es una coña marinera. Pero estoy de vacaciones y pienso (luego existo) en lo que me sale de los huevos. Como los niños juegan con lo que le sale de los kinder. O los políticos con lo que les sale de los votos. Es decir: con nosotros.

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