Opinión

Las cabras de Don Juan Barbero

As cabras de don Juan Barbero marchan tarde e volven cedo, como van criar sebo?’ Siendo niño, mi padre retozaba conmigo con esta especie de haikus pastoriles. Las cabras del tal Juan Barbero salían tarde a pastar y regresaban temprano del monte; ¿cómo iban a lucir orondas? Luego acariciándome un moflete me preguntaba: ‘Esta leiriña é túa?’. Yo le contestaba: ‘Si’. ‘E esta outra?’, y me acariciaba el otro moflete. ‘Tamén’. ‘Entón que fai este marquiño no medio?, arrincalo, arrincalo, arrincalo...’ Y hacía como que me arrancaba la nariz. Y así yo aprendía lógica, ganadería, agricultura y agrupación parcelaria. 
 ‘Nin lá nin ovella’, le dijo años después –éramos todavía novios- a mi mujer su abuela. Se refería a mí: ni lana ni oveja, incluso en castellano suena demoledor. ‘Espero no tener tampoco cuernos’, me defendí. Y así aprendí a encajar con retranca dolorosas evidencias.
 ‘Todo esto que eiquí ves é tanto meu como teu’, así cameló a una ‘petite amie’ parisina un paisano mío de A Xironda: mostrándole desde lo alto de un montículo viñedos, leiras, prados, ganado y arboledas hasta el confín del horizonte. Era un limpio. Ambos lo fueron por igual cuando, tras dar la gala el ´sí quiero’, hubo de compartir con él su escasez hasta los confines de la indigencia. Y así yo aprendía a sentir vergüenza ajena. 
 Pues eso. Ni lana, ni oveja, ni sebo, ni fincas, ni marcos, ni bienes, ni lógica, ni retranca. ‘Rien de tout’, que dijo la francesa antes de darse el piro. Ficticia realidad. Estos políticos nuestros, por no tener, no tienen siquiera decencia. 
 Pedro, el apóstol ‘one’, nacido para posar y camelar, ofrece lo que ansía: ‘Todo esto que aquí ves es tanto mío como tuyo’. Pablo, el apóstol combativo y persecutor de fieles, cede lo que sueña: la Vicepresidencia del Gobierno. Y Mariano, creyente como su mismo nombre indica, en vírgenes preñadas y milagros, espera la resurrección de los muertos y la salvación eterna. A su partido –mal ladrón- no hay dios que lo absuelva. 
 Por si no fuera suficiente el esperpento, la nueva casta nefasta, los politólogos (´logos’ no sé, cháchara muchísima), que pretenden administrar el presupuesto de la Seguridad Social, la deuda externa y el millón de millones del PIB español, declaran en el Congreso –la mayoría ya cerca de la cuarentena- no poseer bienes de fortuna ni peculio superior a 800 euros. Las cabras de don Juan Barbero, me recuerdan. 
 ‘Dos maricones y uno que escribe’, que decía Camilo José Cela en “La Colmena”. Yo soy el que escribe, averigüen quienes son los otros. Y no lo digo presa de la homofobia, que detesto, lo digo porque estos tipejos nos quieren dar por culo. Así de claro. Falta uno, ya sé, pero ese no está (ni se le espera) para saltitos al lado. Váyanse los tres en comandita y hora mala. Y tengan un poco de vergüenza.

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