Opinión

El 13 de mayo

Mi madre no era de fastos religiosos. Ni siquiera iba a misa de doce. Era más de eucaristías vespertinas, más de capillas que de basílicas, más de jaculatorias que de aleluyas. ‘¡Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío!’, era su ruego furtivo cuando las cosas se torcían. ‘¡Santo Cristo bendito de Ourense!’, su remedio natural cuando la salud pintaba en bastos. ‘¡Santísima Virgen de Fátima!’, su ansiolítico casero cuando se trataba de casos imposibles. Fue ella la que me enseñó a rezar la Salve, ‘vida, dulzura y esperanza nuestra’, que tanto me admiraba ya de pequeño. Y eso se grabó en mi corazón a hierro y fuego. Y hoy no hay fuego ni hierro que las haga morir aunque yo intente matar cada día mis creencias.
La devoción no tiene cura. Supersticioso, grosero y pecador –de hecho me considero agnóstico- no he conseguido dejar mi adicción a ‘Nossa Senhora de Fátima’. Es cercana, humilde, discreta –apenas la pedrería de un rosario entre las manos- y fala portugués: ‘Não tenhais medo. Eu não vos farei mal’, así, con voz maternal, según Lucía, tranquilizó a los tres asustados pastorcillos. 
 No hay bálsamo como la voz de una madre. Ni hay chantaje como el de un hijo que implora su atención. ‘Te acuerdas, madre, a tus pies cuántas veces recé la Salve’. Así, postrándome a sus pies, se lo restregué con todo el morro el otro día. Orar es hablar con Dios, que –imagen suya y semejanza- viene a ser hablar con uno mismo. Dios me lo dio, Dios me lo quitó, no hay filosofía más estoica. La salud es una dádiva divina. Y puede que yo no me merezca nada. Pero si hay más alegría en el cielo por un solo pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que hacen penitencia, aún estoy a tiempo de provocar un fiestón en el Paraíso que amenice, además de los coros celestiales, la orquesta Panorama. 
 Mueve el dinero voluntades. Mueve la pasión el mundo. Y la fe mueve montañas; por qué no va a detener un par de neoplasias milimétricas. El día 12 + 1 de mayo (ya va dicho que soy supersticioso) la Virgen María bajó de los cielos a Cova de Iria. Y ese día me entregaron los resultados de mi último TAC. ‘Buenas noticias -me dijo el oncólogo- no han aumentado los tumores’. 
 Si pones fe, los milagros acaban ocurriendo ¡Gracias, Virgen de Fátima!

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