Opinión

Nadie escucha a nadie

Una de las buenas noticias en los últimos meses es que sus señorías han acordado devolver la Filosofía a las aulas. Espero que ese regreso sea algo más que simbólico.
En mi opinión, que los niños y los jóvenes adquieran conocimientos de Filosofía es absolutamente necesario porque les enseñará a hacerse y hacer preguntas y a reflexionar. Y eso será a la larga positivo porque tengo la impresión de que en nuestro país no somos dados a escucharnos. Parece que carecemos de algo tan importante como es la capacidad de dudar, de reflexionar sobre las razones o la razón de lo que alguien nos puede estar contando.
No sé si es un exceso de seguridad en nuestras opiniones, aderezado con un pelín de soberbia y arrogancia, pero el caso es que me parece a mi que los españoles no somos muy dados no tanto a cambiar de opinión sino, como digo, a considerar las argumentos contrarios a los nuestros. 
Y es que no puedo dejar de observar como el paso de los años no cambia los usos y costumbres en el Parlamento donde al igual que en años atrás nadie escucha a nadie.
Durante mis muchos años de cronista parlamentaria una de las cosas que más impacto me causó fue comprobar que sus señorías no se escuchan los unos a los otros. No es que se tapen los oídos es que simplemente cada cual va con su argumentario y de ahí no se mueven. Son impermeables a los argumentos ajenos aunque en ocasiones, meses más tarde, presenten o defiendan lo mismo o parecido que sus adversarios aunque con algunos cambios.
En el Parlamento, si un grupo admite una enmienda de un partido oponente es a cambio de algo. Se podría resumir en: doy para que me des.
Otra singularidad es la facilidad para descalificar a quienes no piensan como nosotros. Enseguida se utilizan palabras gruesas y de descalificación. Los términos "fascista" o "golpista" están en el orden del día y se utilizan con tanto desparpajo que al final las vacían de su terrible contenido.
Parece que cuesta admitir que el adversario o el que simplemente no piensa igual es un ser al que no le asiste ni un ápice de razón y por tanto no hay que molestarse en escuchar sino simplemente rechazar de oficio cualquier cosa que pueda decir o plantear.
Pero este es un síntoma que no solo afecta a los políticos sino que nos afecta a todos en nuestra vida cotidiana.
Por eso ya digo que me parece un acierto que la Filosofía vuelva a las aulas porque el conocimiento solo es posible a través de las dudas, de preguntarnos los porqués. Sí, nos hacen falta a todos unos cuantos cursos de Filosofía pero a los mayores también.

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