Opinión

La singularidad de derecho

Quizá parezca fruto de un optimismo insólito, pero sigo pensando que la nueva ley del aún ministro Gallardón  -qué bien estaría de alcalde de Madrid- es además de un motivo obvio para la preocupación y el desasosiego permanente, una oportunidad de oro para que Vigo pueda normalizarse. ¿Por qué? Porque la Muy Leal puede perfectamente aprovechar el momento del debate y el amplio consenso existente para reivindicar que su excepcionalidad de hecho, objetiva y contrastada con datos, se convierta en ley, lo que evitará tener que volver periódicamente a reivindicar su singularidad y a reabrir la vieja herida con Pontevedra. Que nunca sanará hasta que la provincia desaparezca, se divida en dos o se acepte su carácter dual, que es lo  más fácil y rápido. Y viable. Hoy mismo publica este diario una muestra física de la excepcionalidad viguesa a través de los mapas administrativos, sanitarios o judiciales: Vigo y Pontevedra sólo coinciden en uno de ellos. Para la Boa Vila, tal situación no resulta satisfactoria en absoluto pero su alcalde, el nacionalista e hiperlocalista Miguel Anxo Fernández Lores, capaz de montar una manifestación contra la creación de una delegación de la Xunta en Vigo -la aceptaba si se llamaba subdelegación- ahora cree que debería repartirse en dos la demarcación judicial. Cierto, porque Vigo no puede aceptar que exista un partido único provincial con sede en Pontevedra aunque se mantengan todos los juzgados de Vigo en su sitio: sería dar un paso atrás cuando el camino iniciado van en dirección contraria. Hacia la provincia de Pontevedra-Vigo o la creación de entidades en torno a los grandes núcleos. Como en Italia o en Portugal.

PD. Ayer se celebró el 14 de abril, vieja fiesta nacional. En 1931, Vigo fue la primera ciudad de España donde se proclamó la II República, tan ilusionante como fallida, y así aparece recogido en los diarios de tirada nacional de aquel mes.

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