Opinión

nuestra autovía

La autovía Vigo-Porriño acumula varios récords negativos, entre ellos haberse convertido por tercer año consecutivo en la carretera con mayor número de accidentes de España, en concreto las curvas de los Molinos, bien conocidas. Sin embargo, y en positivo, hace tiempo que perdió su sobrenombre de “autovía da norte” gracias a la caída en picado de la siniestralidad: la práctica totalidad de los accidentes que se producen son de “chapa y pintura”, con algunos heridos graves y muchos más leves. Es conocido cómo se logró: mejorando el peralte de algunas curvas y sobre todo con la limitación de la velocidad a 80 o incluso 60 kilómetros por hora y la vigilancia permanente con radares fijos, patrullas de Tráfico y aparatos móviles. Han llovido las multas, pero no ha habido más que un muerto en cinco años pese a que pasan hasta 60.000 vehículos al día. 
El mayor problema ha quedado resuelto, pero no su origen: que se trata de una autovía inaceptable. Por dos motivos. El primero, su origen, en los ochenta, cuando se desdoblaron algunas carreteras, entre ellas ésta, mientras que las autovías posteriores ya se construyeron según el modelo de las autopistas. El segundo, que la A-52 nunca se finalizó al quedar sin ejecutar su último tramo, de Porriño a Vigo. Los sucesivos proyectos se quedaron encima de la mesa mientras el tráfico y las dificultades crecían. Fomento ha optado por la enésima mejora del trazado, lo que se agradece pero no supone más que otro parche. La solución definitiva, en realidad la única, pasa por construir un nuevo tramo desde Beade hasta Mos con un túnel. En ello están de acuerdo todas las partes, pero supone una inversión brutal que se anuncia periódicamente desde hace al menos 10 años. La última, el pasado mes de marzo. A ver si ahora va…

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