Contaba ayer el gerente de los hoteleros de Vigo que hace falta buscar alguna actividad o cuando menos congresos y convenciones para llenar el largo paréntesis que se abre tras Conxemar , en octubre, y se cierra con la Semana Santa, en abril. Es decir, seis meses, la mitad del año con los hoteles en mínimos. Lo que tiene consecuencias.
La primera, para los propios establecimientos, que se ven obligados a reducir a la mitad su personal en otoño e invierno para poder afrontar los gastos fijos. Y por tanto, para Vigo, que se queda sin empleo y reduce su tirón turístico, ya de por sí escaso. Algo estaremos haciendo mal cuando una ciudad que está situada en el mejor lugar de las Rías Baixas, con puerto y aeropuerto, con ocho playas con la bandera azul y siendo además el único núcleo urbano sede de un Parque Nacional, el de Cíes y Ons, pierde fuelle ante la competencia. En el último ejercicio, Santiago y A Coruña subieron algo mientras Vigo caía. Incluso Oporto ha comenzado a escalar puestos con una sorprendente oferta a base de mostrar una urbe en decadencia -tal cual, la ruina como eje central- y un paseo en barco por el Duero…
Pero si Oporto ha comenzado a escalar es porque ha fijado una marca –que ya tenía, y muy buena- y ha comenzado con un marketing incansable que le está dando resultados excepcionales en todos los sentidos.
Dispone de un buen aeropuerto, que centraliza la totalidad de vuelos desde Caminha hasta el límite con la región de Lisboa (y aspira a ser central en Galicia), y un puerto de cruceros que está aún lejos de explotar todas sus posibilidades. En todo caso, no es mejor que Vigo. Pero cuenta a favor con la marca Porto que resulta irresistible para los ingleses.
Vigo tuvo su sitio en los años ochenta cuando la Movida. Un poco por acierto y algo por casualidad, al final todos nos creíamos que sí, que Vigo era New York. Pasó la Movida y nada quedó, salvo un buen gusto por la música que se mantiene. Fue una oportunidad perdida para colocar a la Muy Leal en el mapa. Continuará...
