Opinión

Un fracaso colectivo

El informe del administrador concursal resulta rotundo en sus calificaciones y deja escaso lugar para la imaginación: el Auditorio ha sido caro, su ubicación resulta poco atractiva -al no haberse realizado la mejora urbanística anunciada- y Peinador no ayuda. Todo ello da como resultado final que la empresa subcontratista de eventos haya quebrado y que el porvenir de la concesionaria sea nulo: el complejo está vacío la mayor parte del año salvo el hotel, que se ha comprometido hasta mayo. Luego, ya se verá. ¿Qué puede pasar? Todo señala en la misma dirección: el proceso concursal de la empresa concesionaria, denominada Pazo de Congresos SA, que en realidad tiene poco o nulo interés por el negocio. Recordemos: fue promovida por Caixanova, que ya no existe, con Sacyr, una constructora, y otras entidades fuera del sector.
Con Caixanova, quizá sería posible, pero tampoco existe y aunque estuviera "viva", con seguridad querría abandonar la gestión del complejo, igual que antes dejó el "ladrillo". Esa es la realidad.
Sabemos qué pasó con el Auditorio, que ha ocupado cientos de páginas en periódicos. Se diseñó con un precio, pero Caixanova dijo que era excesivo y se recortó. Y ni así. La conclusión, tras la bronca política que antes o después estallará -echándose la culpa unos a otros por la adjudicación y por no haber convocado un segundo concurso-  es que Vigo tiene un problema ante un fracaso que es de todos. Diría que doble: el Auditorio, y su entorno, que se ha ido convirtiendo en el mejor ejemplo de la ruina local, acumulándose los cierres de empresas, plantas y naves. Una pena.

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