Opinión

La batalla de vigo: la de 1702, la de hoy

Tal día como  ayer se disputó en la Ría de Vigo una batalla desigual: por un lado una armada con ganas de bronca, frustrada por perseguir barcos fantasmas, por la otra una flota formada en buena parte por galeones mercantes que sólo aspiraban a desembarcar. Es como si ahora entablaran pelea un portacontenedores contra un portaaviones. El resultado no podía ser otro que la derrota total del combinado franco-español frente al anglo-holandés, que se llevó la fama y montó un campaña de marketing sobre su victoria con sellos, monedas y una calle Vigo en el centro de Londres. Pero la plata se la quedó Felipe V y así pudo pagar sus deudas y ganar la Guerra de Sucesión, que no de Secesión, por más que en Catalonia insistan en contar la Historia a su gusto, lo que tampoco tiene nada de raro: es habitual hacerlo cuando la realidad no concuerda con los deseos de uno.
La Batalla de Vigo, que así se llama en todas partes salvo en España, fue uno de los episodios más importantes de un conflicto que hizo bullir Europa a principios del siglo XVIII y que finalizó con el terrible Tratado de Utrecht. Que sigue vigente, como bien saben los gibraltareños al ver la Union Jack izada en la Roca desde entonces; y los españoles, ya que supuso la aceptación de la Casa de Borbón. Que también ahí sigue. 
Curiosamente, ayer también se inició otra Batalla de Vigo, 312 años después de la primera, cuyo desenlace se conocerá en mayo. Caballero rompió  oficialmente con el PP, al que acusó de no tener política social, y se apropió de la reducción de los impuestos, precisamente lo que el grupo popular impuso en la negociación al alcalde. PSOE y PP vuelven a la gresca desde hoy. Pero no nos confundamos: veremos qué pasa tras las urnas.  Continuará...

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