Opinión

aquella puerta del atlántico

No se ha creado hasta la fecha otra marca mejor para vender Vigo que "Puerta del Atlántico", que además de sonar muy bien respondía a una realidad histórica. Sin embargo, se ha ido perdiendo su utilización, hasta que ahora reaparece en una publicación turística italiana. Lo que confirma su plena vigencia. 
En el siglo XIX la creación del lazareto de San Simón -en realidad un centro aislado, lo que permitía pasar la cuarentena- obligó a que los barcos que llegaban desde América a España tuvieran que entrar forzosamente en  la Ría, puerta y puerto. Que así creció, y con él, el resto de la ciudad, con la que conforma un todo. Fue el momento del despegue: a principios del XIX, justo tras la Reconquista que convirtió la villa en ciudad, la población apenas superaba los 6.000 vecinos. Cien años más tarde eran ya 100.000. Y otra centuria después llegarían los 300.000, cifra que se mantiene en el imaginario local aunque los censos oficiales digan otra cosa y alejen el objetivo.
Puerta del Atlántico fue una frase muy popular que hizo fortuna durante años para designar la Muy Leal. Una marca de calidad que al mismo tiempo señalaba un destino para visitar y un puerto para la llegada y salida de viajeros y mercancías. Antes, pasajeros entre los dos lados del "charco" -fue entonces cuando nació la canción "Para Vigo me voy"- y hoy cruceristas en tránsito.
La publicación italiana dibuja una ciudad volcada al mar y no se equivoca. Esa fue la razón de ser de Vigo desde su remota fundación. Cuando en el siglo I llegaron los ejércitos de Roma, los habitantes del Castro, quizá la segunda mayor citania de Galicia por extensión, comenzaron a abandonar sus cabañas en el monte y acercarse a la orilla del mar. En lo que hoy es Rosalía y Areal se forjó la urbe, con sus habitantes comerciando con salazones. Luego llegaría la conserva y por fin la pesca industrial. Continuará...

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