Opinión

Desde los años noventa

El Consorcio Zona Franca fue protagonista en los años noventa de buena parte de la actividad de transformación urbana de Vigo, y de esa época son en otras actuaciones Abrir Vigo al Mar, los túneles del Berbés y Beiramar, el Museo del Mar o la adquisición de la ETEA, que se había quedado cerrada y sin actividad tras la salida de la Armada y el cierre de la escuela naval. De la noche a la mañana, los miles de millones (en pesetas) que el consorcio había guardado en los bancos sin invertir salieron a la luz y cambiaron buena parte de la ciudad para siempre. Vigo ya no se entendería sin la conexión subterránea entre Teis y Beiramar que permitió canalizar miles de vehículos y liberar la superficie: ha sido hasta la fecha la operación más importante que se ha realizado en mejora del ámbito urbano. 
Pero no hay que perder de vista de que Zona Franca es un privilegio para la Muy Leal pero en absoluto un instrumento urbanístico sino una agencia del Estado. Y como tal, destinada al desarrollo comarcal y centrada en la dotación de suelo industrial y en dar facilidades a las empresas para su implantación y expansión. Y sobre todo, en promover la mejora de Vigo y su área, y ahí aparecen propuestas de innovación como la apertura del Edificio Tecnológico Aeroespacial en el polígono  Porto do Molle. 
No obstante, puede y debe realizar actuaciones en el medio urbano y hay algunas en la agenda. Una, el famoso y varias veces frustrado Centro de Excelencia Gastronómica, otra la Panificadora, que mientras siga el bloqueo a los presupuestos continuará fuera de programación. Ahora aparece la Aduana, que es un enorme edificio desaprovechado en una ubicación idónea. Continuará... 

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