Opinión

Una isla en Galicia

El área de Vigo parece una isla en el creciente páramo demográfico gallego. En 2016 nacieron algunos niños más que el año anterior, lo que cabe remarcar por cuanto fue otro ejercicio más en negativo para la comunidad autónoma. Pero no hay que confundirse con la estadística de nacimientos en el Cunqueiro: la actividad en las zonas de maternidad está cada vez más vinculada a la comarca y menos a la ciudad. El primer nacido en Vigo en 2016 era un niño de Mondariz y el de 2017 una niña de Salvaterra. Cada vez será más normal por cuanto la ciudad supone ya menos de la mitad del área funcional metropolitana, que abarca todo el sur de la provincia, unos 600.000 habitantes. En sí mismo no tiene por qué ser malo, siempre que el área actúe de forma coordinada para objetivos comunes y no compitiendo entre sí.
Echando la vista atrás, en los últimos 40 años Galicia ha perdido 50.000 habitantes, el dos por ciento de su población que tenía en 1977, pero el reparto lo dice todo: Ourense ha sido la provincia de España que más ha descendido en estas cuatro décadas, con 123.000 vecinos menos hoy, pasando de 433.000 a menos de 310.000. Lugo bajó otros 80.000, desde 412.000 a 332.000, en tanto que la provincia de A Coruña ganó 50.000 residentes, de 1,07 a 1,120 y el territorio de las Rías Baixas (Vigo y provincia de Pontevedra) sumaba 100.000 censados. En ese tiempo, la mayor ciudad gallega se asentó en el liderato: pasó de 230.000 a cerca de 300.000 habitantes, acaparando la mayor parte del incremento demográfico de una Galicia que mientras tanto perdía todo en el interior, convertido en un desierto. Continuará...

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