Opinión

Una fábrica, una vivienda

Beiramar aparecía en el difunto Plan General de 2008, que ya sabemos que nunca volverá ni siquiera como la versión 2.0, como una nueva fachada atlántica de la ciudad y en esta circunstancia se planteó la supresión paulatina de actividad industrial y marítima y su traslado a otras zonas alejadas de la primera línea ante la Ría. La idea era buena, pero el resultado no pudo ser peor: cerraron una tras otra todas las naves industriales y de congelados de Jacinto Benavente, que es uno de los soportes de la economía local, sin que se construyera una sola vivienda. La calle se quedó muerta y presidida por la ruina y el único cambio experimentado fue la edificación del Auditorio, que en sus primeros años de vida no ha sido el éxito esperado, como ha quedado constatado la quiebra de la concesionaria explotadora.
Después de la experiencia fracasada, llega la segunda parte, quizá menos entusiasta y más viable. El Puerto ha decidido con buen criterio recuperar toda la actividad posible en la zona que le corresponde, entre Jacinto Benavente y los muelles, en tanto que el ayuntamiento se ha hecho con la gestión del palacio de congresos y ha puesto en marcha la construcción de ascensores para facilitar el tránsito desde Torrecedeira, mejorando la comunicación con Beiramar, condición necesaria para darle vida al nuevo barrio. En paralelo, el intento frustrado de la promotora Bouza Alta por convertir Cordelerías Mar en el primer bloque de viviendas ha sido retomado por el potente Grupo Jove, que avanza en su propio plan. 
En Nuestro Vigo, después de todo, es perfectamente posible levantar una fábrica al lado de un chalé y un campo de nabizas en el bajo de  un bloque de viviendas.

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