Opinión

Portugal, de ayer a hoy

Hace algunos años, a principios de los noventa del pasado siglo, tan sólo había un puente entre España y Portugal, el histórico de Tui, ya entonces obsoleto e ineficiente para garantizar  la comunicación cada vez más fluida entre ambas orillas, una vez enterrada la desconfianza alentada por ambas dictaduras. En esos años se abrió otro entre Huelva y el Algarve y a continuación el nuevo sobre el Miño para dar servicio a la autovía Vigo-Oporto, que lo cambió todo para mejor. Hace 25 años, ir a Portugal ya era sencillo pero a partir de ese momento lo fue mucho más con la construcción de otros tres enlaces (Arbo, Salvaterra y Goián) y un ferry en A Guarda, la desaparición total de las aduanas y finalmente la unificación de las monedas con el euro, que ha sido el golpe final. La frontera existe como un hecho político y geográfico pero sin apenas transcendencia, más allá de que la hora portuguesa sea la canaria y la española la de Berlín. Esta semana, alcaldes de ambos lados del Miño participaron en una ceremonia que en su tiempo tenía pompa y trascendencia y ahora es una curiosidad: la firma en un buque de la Armada en el medio del Miño de la nueva frontera del río, que es la misma que había. Una buena metáfora: la frontera se ha licuado y si los planes de la empresa ferroviaria Arriva siguen adelante pronto habrá tres frecuencias diarias entre A Coruña y Oporto, o lo que es lo mismo, cinco entre Vigo y la ciudad del Duero. La Eurorregión es un hecho visible, conformado por medios de transporte, puentes y por organismos de coordinación, como el Eixo, que cumple su función. Continuará....

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