Opinión

La boa vila, la muy leal

El periodista de “The Guardian” enamorado de Galicia acaba de dar un subidón a los vecinos de Pontevedra. Si hace unos años calificaba Rodas, en Cíes, como la mejor playa del mundo, ahora es la Boa Vila la que recibe todos los parabienes del influyente diario británico como la ciudad que ha terminado con los coches y convertido las calles en paseos. La descripción resulta bastante exacta: en los últimos 12 años el ayuntamiento pontevedrés ha ido desplazando el tráfico hasta hacerlo desaparecer del centro. También se ha empeñado en dificultar la llegada de vehículos con resaltes y otras medidas disuasorias que en efecto cumplen su misión. En este mismo proceso hay que añadir hitos que en cualquier otro lugar serían signo de catástrofe pero que en Pontevedra se consideran camino hacia la Arcadia feliz: el adiós al puerto y su actividad, que se ha trasladado por completo a Marín, y la supresión progresiva de la industria maderera, con Ence como objetivo tótem. Las grandes empresas del textil y servicios no han visto ninguna ventaja en un sistema que dificulta la llegada de clientes. Pero a los pontevedreses les gusta y han refrendado una vez tras otra un modelo que llevará inevitablemente a convertir la pequeña capital en una especie de parque temático o ciudad-museo, como Venecia o Florencia pero sin canales ni Miguel Ángel. Pontevedra tiene 80.000 habitantes muy repartidos, con parroquias diseminadas, algunas muy lejos, como Ponte Sampaio, que da a la Ría de Vigo. El casco urbano no pasa de 60.000 vecinos, probablemente menos, lo que equivale a la suma de Coia y Florida. Esa es la dimensión real de la Boa Vila y la explicación de por qué sus vecinos aceptan con agrado su paso atrás: sólo le falta la erección de murallas, como las que hubo en la Muy Leal hasta el siglo XIX. Demolidas para ampliar la pujante ciudad que se convertiría en la que más creció en Europa, como su puerto y su industria. Justo lo contrario que Pontevedra. Continuará...

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