Opinión

Fin de la maldición Pritzker

La maldición de los premios Pritzker parece extinguirse: se construirá la estación diseñada hace ya unos cuantos años por el arquitecto Thom Mayne -en 2005 logró el “Nobel” de la especialidad- como centro Vialia, para trenes y comercial, fórmula que ADIF, la empresa ferroviaria, ha exportado por toda España con éxito. El edificio de Mayne es bien conocido por los vigueses: llevamos años viéndolo, aunque sólo de forma virtual como una superestructura encima de la actual terminal subterránea. En unos cinco años estaría abierta y permitirá disponer de una gran superficie en el epicentro urbano y además completará el entorno, incluyendo la conexión con Vía Norte, pendiente desde que se abrió la calle, y la intermodalidad con la estación de autobuses que construirá la Xunta en un lateral. Que jubilará a la terminal de la avenida de Madrid. Otra buena noticia.
El resto de Pritzker para Vigo han fracaso y es lástima porque si se hubieran desarrollado esta ciudad sería bastante mejor.  Rafael Moneo, ganador del Pritzker en 1996, imaginó un nuevo ayuntamiento sobre una futurista muralla de San Sebastián que costaría unos 60 millones de euros.
Otra maqueta fue la del brasileño Mendes da Rocha para el campus universitario de Vigo. Jean Nouvel incluía en el puerto un fastuoso hotel con forma de menhir sobre el mar. La obra precisaba una inversión de más de 300 millones. También el portugués Álvaro Siza llegó a diseñar un multiusos para Samil que nunca vio la luz, igual que el complejo turístivo y marítimo Ría de Vigo de Norman Foster. Sólo un ganador del Pritzker tiene obra en Vigo, pero a medias, el Museo del Mar, firmado con César Portela, quien lo finalizaría muchos años después del fallecimiento del italiano. 

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