Opinión

el plan rector y los aforos

Cíes no tiene Plan Rector de Gestión y Usos. Cierto. Nunca desde que es Parque Nacional y de eso ya hace años. ¿Por qué? El motivo principal, yo diría que único, es la enorme dificultad de poner de acuerdo a los actores implicados, con intereses enfrentados, por ejemplo a los grupos ecologistas con los pescadores de litoral, o de los conservacionistas con el turismo, que defiende por ejemplo el Concello de Vigo y el sector hostelero, encantado de que las Cíes sean un reclamo permanente.  Con lógica: véase lo ocurrido este agosto, en que se han superado todas las expectativas en cuanto a llegada de turismo, con una ocupación por encima del 92 por ciento que simplemente resultaría imposible de pensar hace apenas dos o tres años. 
Así que  vamos con esto último. Uno de los primeros asuntos que se puso encima de la mesa cuando se comenzaron a tratar la redacción del famoso -y necesario- Plan Rector es la limitación de aforos, ahora situada en un máximo de 2.200 excursionistas y 800 campistas en las Cíes, además de una cantidad limitada de yates fondeando, quizá otras 200 personas. Un límite así sólo se alcanzaba una semana al año, en agosto, pero la publicidad y el cambio de movimientos del turismo -entre otros motivos por cerrarse el norte de África, Oriente Próximo y Turquía- ha llevado a redoblar el interés. Si el ayuntamiento se empeña, como es su trabajo, en promocionar las Cíes, lo lógico es que haya respuesta. Y este año se han batido todos los récords, por lo que en agosto pudieron pasar unas 100.000 personas por las islas. ¿Son muchas? No lo creo, porque salvo julio -a menor ritmo- y septiembre, todavía más bajo, el resto del año la llegada de visitantes es muy reducida, apenas 1.000 por día en las mejores jornadas. 
Lo que se proponía entonces en la discusión del Plan Rector -y supongo que ahora- era reducir a la mitad el aforo. Sería convertir las Cíes en un lugar acotado, lejano e inaccesible. Y no. Correcto los controles y todas las medidas de vigilancia y protección, pero no convertir las islas en un santuario donde la presencia humana está prohibida. Para eso no hace falta insistir en conseguir la declaración ante la Unesco, ¿Para qué, para que la disfruten las gaviotas? Continuará...

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