Opinión

El arte en sus límites

Ya es oficial: el Marco dejará de ser un centro de arte contemporáneo para convertirse en un museo que acogerá la excepcional colección de pintura gallega que hoy se encuentra colgada en la Pinacoteca de la Ferrería y en Casa das Artes. El titular del Concello, institución que desde hace unas semanas dispone de mayoría en el Patronato del Marco, ha decidido la nueva línea a seguir y será ésta precisamente, como publicó Atlántico hace unos días. 
No resulta una sorpresa. Desde hace meses se sabía que el Marco, tal y como se entendía, tenía los días contados y la salida del director era lo último que faltaba por resolver antes del cambio de orientación. 
El Marco nunca ha sido un museo ni quizá lo pretendió, sino un lugar para mostrar lo más moderno, también por ello lo más sujeto a la crítica despiadada. Algunos de sus montajes se situaban directamente fuera de plano -inolvidable el palé rehabilitado y convertido en objeto de exposición- pero así es el arte contemporáneo, que en muchos casos ni siquiera es arte o quizá lo acabe siendo en otro momento, una vez que el tiempo ponga las cosas en su sitio (véase las latas de sopa de Warhol). Esas son sus reglas y el Marco las ha cumplido sobradamente. Y eso ha valido para que apareciera de forma reiterada en publicaciones internacionales como un centro de referencia. Esa es otra forma de hacer ciudad, dando prestigio, creando polémica y situando Vigo en el mapa. 
La colección de arte gallego es excepcional y merece atención y el mejor de los espacios de la ciudad, pero quizá no el Marco.

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