Opinión

Brasil, destino perdido

No por casualidad las dos primeras colonias extranjeras en Vigo son lusófonas, portugueses y brasileños, por ese orden, prueba de la buena acogida que dispensa la Muy Leal a sus próximos. Ambos grupos han sido muy numerosos, pero tienden a menguar, en parte porque acaban integrándose en la ciudad y en parte porque acaban regresando a sus respectivos países. Sobre todo pasó con Brasil, que en este siglo gracias a su despegue económico, los Juegos Olímpicos y el Mundial, parecía que iba a dar el gran salto adelante con India, México y algunos tigres más -China está en otra categoría- destinados a llevar a Europa al museo, como fue Grecia para Roma. 
Los intereses vigueses en Brasil han sido enormes y crecientes... hasta hace dos o tres años, en el que la inestabilidad política y social primero paró el reloj y ahora ha comenzado a dar marcha atrás. Al dinero no le gustan nada las aventuras y prefiere la aburrida Suiza, dividida en dos clases sociales, burguesía y alta burguesía, a la trepidante Cataluña, en plena estampida de ahorros privados y empresas. Los intereses vigueses también están echando el cierre y ha sido sintomático que Asime, la patronal de la metalurgia, haya cerrado su delegación en el gigante sudamericano. Otras firmas han comenzado a reducir su inversión brasileña y la elección este fin de semana de un ultra -por tanto, un populista más, éste de derecha- para la presidencia del país no va a ayudar a mejorar el panorama sino al contrario: soluciones sencillas para problemas complejos, la clásica receta de la demagogia que lleva directamente al abismo. 

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