Opinión

El auditorio tenía que cambiar beiramar

Hace once años, cuando se ponían en marcha las obras del Auditorio, este diario señalaba que lo más importante es que se convirtiera en un éxito para Vigo y por varias razones: como una dotación largamente solicitada, en su papel de imán para congresos, y grandes conciertos y como cabeza de la transformación de Beiramar en una nueva fachada marítima para la ciudad. Casi nada de ello se ha cumplido y el Auditorio ha terminado con su empresa concesionaria en liquidación y a nadie la ha extrañado. Desde que Caixanova presionara al Concello para reducir el coste de la construcción en 30 millones de euros a cambio de eliminar zonas claves del edificio (salas anexas, restauración, comercial), se sabía que sus posibilidades iban a quedar mermadas. Luego llegaron la crisis y la desaparición de Caixanova, que había sido la entidad empeñada en liderar la gestión frente a CaixaGalicia, que había presentado la otra oferta.
Ya sin la caja, con el Auditorio recortado  y con varias de las empresas integradas en la sociedad Pazo de Congresos SA con poco o nulo interés en seguir adelante, sólo era cuestión de tiempo. Y eso que el Concello ha tratado de compensar a la concesionaria con donaciones, ampliaciones de los años de gestión y la instalación de la UNED en un alquiler a 800.000 euros al año. Y ni así.
El edificio no ha cumplido como dinamizador del turismo de congresos -aunque es cierto que ha caído en todas partes- y apenas lo ha hecho en el apartado de grandes conciertos. Pero quizá lo peor ha sido su incapacidad para convertirse en el mecanismo capaz de transformar Beiramar. Antes del Auditorio Mar de Vigo se levantaba en la misma parcela la empresa Mar de Vigo, en sus años de gloria una de las primeras de España en congelado y modelo de producción.  Su derribo, tras años de cierre, suponía la primera piedra para remozar el entorno. Pero no ha sido así: no hay ni un nuevo edificio residencial, y en cambio acabaron cerrando todas las empresas frigoríficas, que justo ahora comienzan a recuperar el espacio perdido. Paradójicamente, Atunlo y Coper abrirán una factoría cuyo exterior se inspira en el palacio de congresos.
A partir de ahora se abre una nueva etapa para el Auditorio, quizá mejor y desde luego distinta. De entrada el Concello tendrá que pagar para quedarse con la propiedad completa, una cifra enorme, de 50 a 80 millones, pero muy probablemente el proceso será largo y pasarán muchos años antes de que se haga efectivo. Continuará...

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